Iberdrola llevaba todo el sexenio bajo fuego. La política energética de López Obrador parecía estar orientada a un solo objetivo: doblar a Iberdrola. Cuando hablaba de abusos, de excesos, de colusión entre autoridades y grandes empresas extranjeras, pensaba en Iberdrola. Para el presidente, los negocios energéticos de esta compañía representaban una especie de nueva conquista española del suelo azteca que él no estaba dispuesto a admitir. Y encima, había contratado al expresidente Felipe Calderón.
Durante lo que va del sexenio, el presidente no se cansó de amenazar a Iberdrola. Hasta hace unos días la había tachado de empresa “que abusó de México”, que “deberían ofrecer hasta disculpas”, que promovía campañas en medios de comunicación para atacarlo, que se “sentían los dueños”, que “tuvo el descaro de llevarse de empleado a Felipe Calderón”.
Este acoso mermó a Iberdrola. Se sabía que sus directivos estaban profundamente preocupados, incluso temerosos ante la actitud de López Obrador. Era tal la carga ideológica que cualquier cosa le podía pasar a su negocio.
En síntesis, el presidente de México, a base del incesante acoso de las mañaneras, había logrado colocarse en una posición muy ventajosa para negociar con una Iberdrola a la que tenía contra las cuerdas. Por eso llama la atención que la negociación haya sido tan mala para López Obrador: el consenso de los especialistas es que Iberdrola fue la gran ganona del anuncio realizado la semana pasada, y que el gobierno de México terminó garantizando un precio muy caro por las 13 plantas.
Siendo plantas antiguas y contaminantes, y teniendo tan arrinconada a Iberdrola, el presidente pudo haber conseguido lo mismo a un precio más barato. ¿De qué sirvió tanta bravuconería en las mañaneras? ¿Por qué le llenó los bolsillos de dinero a una empresa que, según él, representaba todos los males? ¿Estamos frente un caso como el de Agronitrogenados de Lozoya-Peña Nieto, cuando el gobierno compró una mega planta vieja a precios millonarios, y el asunto terminó en cárcel y escándalo de corrupción?
La operación financiera AMLO-Iberdrola ha sido muy poco transparente: un fideicomiso privado (no el gobierno) compró en 6 mil millones de dólares las plantas, pero se sabe que el gobierno tiene dinero dentro de ese fideicomiso (no se ha dicho cuánto). Si lo que dice López Obrador es verdad, entonces la inmensa mayoría de ese dinero es público, porque anunció con bombo y platillo que se trata de “una nueva nacionalización de la industria eléctrica”. Salvo que sea otra de sus mentiras.
Así que formalmente, las plantas no las compró México, no son del gobierno, no son de los mexicanos, no son de la CFE y lo peor: no aumentan su capacidad. Las compró un fondo privado que se llama Mexico Infrastructure Partners (MIP) y su adquisición no garantiza que bajen los recibos de luz ni que vayan a terminar los apagones en las penínsulas mexicanas.
Como con la nacionalización del litio que ya era nacional, o la refinería que no refina, la rifa que no rifa, y un abultado etcétera...