Carlos Cabal Peniche había logrado resucitar del panteón de los empresarios. En contra de todo pronóstico, esa resurrección fue por obra y milagro de la 4T.
Nadie hubiera apostado por algo así. El presidente López Obrador ha hecho del ataque a los banqueros abusivos un lema de campaña, una permanente arenga de polarización entre los ricos y los pobres, que le ha dado enormes réditos políticos. Y encima, si son empresarios que crecieron a la sombra del régimen de Carlos Salinas de Gortari, pues aún peor: califican como delincuentes de cuello blanco.
Curiosamente, Carlos Cabal Peniche tuvo su momento cúspide en el sexenio de Salinas: compró Banca Cremi, compró Banco Unión, los fusionó en el grupo financiero Cremi-Unión e incluso adquirió el gigante de productos del campo Del Monte. Casi de inmediato, en el sexenio de Ernesto Zedillo, cayó en desgracia, fue perseguido por delitos financieros, detenido en Australia tras una huida de años, y extraditado a México, donde con el paso del tiempo resolvió sus problemas jurídicos.
Cabal Peniche, pues, resulta un prototipo como para que López Obrador y los suyos lo tuvieran en el infierno de sus consideraciones. Pero nada de eso. Cabal Peniche, criado en Tabasco, la tierra del primer mandatario, resucitó con la 4T porque supo acercarse a un personaje que solía ser clave para el presidente: su operador electoral y financiero, Gabriel García.
Según fuentes muy bien informadas, García le abrió las puertas de Palacio a Cabal, y éste las aprovechó: recibió contratos relacionados con el Banco del Bienestar —el banco del gobierno de AMLO— que le permitieron ser de nuevo un jugador relevante en el mundo empresarial, tener acceso a financiamiento de grandes bancos, apostar por nuevas compras e inversiones (Interjet, Radiópolis…), y una larga lista de etcéteras que lo recuperaron de la condición más bien discreta en la que se había visto orillado a moverse: cuentan que llegó a promover un desarrollo inmobiliario, pero pedía dinero prestado para el proyecto arquitectónico (para un empresario que llegó a ser dueño de un banco y una empresa de tales dimensiones, andar pidiendo 500 mil dólares para arrancar es casi una condición precaria).
Las glorias de Cabal Peniche con la 4T se esfumaron pronto, por un doble golpe que recibió. Según mis fuentes, el primer golpe le llegó de un par de empresarios de medios de comunicación, cercanos al presidente López Obrador y con intereses en el desarrollo del Banco del Bienestar, que lograron desdibujarle sus contratos. Eso le habría complicado la liquidez y el financiamiento. Este desaseo habría generado que despidieran de la dirección del banco estatal a Rabindranath Salazar. El segundo golpe fue la caída en desgracia de quien era su gran apoyo: tras la elección de junio, Gabriel García fue súbita y hasta ingratamente despedido por el primer mandatario.
Apenas antier se supo que le giraron orden de aprehensión. Está claro que la sabrosa historia de Cabal Peniche y la 4T tiene aún capítulos por escribir.
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