Desencajada. Sentida, incluso molesta con el presidente por las formas. Olga Sánchez Cordero dejó la Secretaría de Gobernación. Fue el último de los maltratos. En distintos momentos del sexenio, integrantes del gabinete me confiaron que Andrés Manuel López Obrador la trataba mal en las reuniones, con desdén, a veces incluso callándola: tú sólo estás para lo de Ayotzinapa, en lo demás no te metas. Me contaron que así se la soltó en una junta hace unos meses, dejando a la concurrencia congelada.

Ninguna salida del gabinete fue tan anticipada como la de la exministra de la Suprema Corte. Se mencionó, ventiló, filtró y adelantó muchas, muchas veces…. hasta que sucedió.

Según me dicen fuentes muy bien informadas, el presidente López Obrador, pidió hablar por teléfono con su coordinador en el Senado, Ricardo Monreal, para que se pusiera en contacto con la secretaria Sánchez Cordero con el objetivo de recibirla de regreso en la bancada de Morena, pero no como una senadora más, sino en la presidencia de la Mesa Directiva.

Sánchez Cordero y Monreal se reunieron para terminar de amarrar el asunto, ya que para ese cargo, que le corresponde a Morena por su condición de mayoría, estaban apuntadas Ana Lilia Rivera, Freyda Marybel Villegas, Bertha Caraveo e Imelda Castro.

En sus casi tres años de gestión, Olga Sánchez Cordero no fue una secretaria de Gobernación con peso en la operación política. No fue la mano dura del régimen. A diferencia de sus antecesores, ella fue más bien el rostro noble y suave del gobierno: derechos humanos, temas en favor de la mujer, justicia para Ayotzinapa. La Gobernación al estilo tradicional siempre ha estado en otras manos: el presidente, Julio Scherer, Marcelo Ebrard.

Pero si algo hemos visto a últimas fechas es una sucesión de tropiezos en la operación política de Palacio. Se cayó el periodo extraordinario para la revocación de mandato, se cayó lo de Zaldívar, los expedientes de las elecciones tropezaron en el INE, se descompuso el tribunal electoral, se han caído varios de los casos judiciales más mediáticos, el presidente terminó enojadísimo con el resultado de la elección intermedia, encima lo del Metro, y la oposición está crecida, unida y envalentonada, y con suficientes legisladores para paralizar los arranques y ocurrencias del primer mandatario.

El nuevo secretario es gran amigo del presidente. Cercanísimo. Con Adán Augusto López debe más bien esperarse que regrese a Gobernación el peso político que tuvo en gobiernos anteriores. Es un nuevo operador de primera importancia. Y eso mueve todo el tablero, empezando por el de la sucesión.

SACIAMORBOS.— Entre quienes se fortalecen con el nuevo secretario de Gobernación ponga hasta arriba de la lista a “Andy”, muy, muy, muy cercano a él.

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