Ya sin Trump, el presidente de México se ha echado a los brazos de Vladimir Putin, mandatario ruso, a cambio de unas vacunas que aún no llegan. Mientras López Obrador se encariñaba con Putin y lo calificaba de “genuinamente afectuoso”, el mandatario ruso encarcelaba a su más importante opositor y reprimía las protestas que exigían su liberación.
Es tan solo el más reciente párrafo de su controversial biografía.
El primer trabajo de Putin fue espía de la KGB. Durante 15 años realizó distintas actividades de inteligencia. Fue enviado a la sede de la KGB en Dresde, Alemania del Este. Putin confesó que cuando cayó el Muro de Berlín, él tomó la iniciativa de destruir informes incriminatorios. Eran tantos archivos, que el horno explotó.
Cuando la disolución de la Unión Soviética ya se veía venir —y con ella, la desaparición de la KGB— Putin entró a la política y comenzó a ascender rápidamente, construyendo una reputación de ser alguien que protegía a sus jefes. Como vicealcalde de Moscú, ayudó al entonces alcalde a escapar en un avión antes de que lo aprehendieran por corrupción.
Varios historiadores coinciden en que esa imagen de lealtad fue clave para que Boris Yeltsin nombrara a Vladimir Putin como primer ministro, cuando todavía era un político de poco peso. Yeltsin renunció, Putin asumió la presidencia interina y luego ganó las elecciones en el 2000.
A partir de ahí empezó a concentrar el poder.
Primer paso, controlar a los medios de comunicación. A los tres meses de asumir el poder, ordenó la clausura de la estación independiente de televisión NTV. Siguieron redadas en periódicos y radiodifusoras, y el despido de los principales críticos del gobierno.
Segundo paso, anunciar que los oligarcas rusos ya no tendrían injerencia en el gobierno (separación del poder político del poder económico) como sucedía con Yeltsin. Cuando el hombre más rico de Rusia, Mijaíl Khodorkovski, respingó, el gobierno ruso lo acusó de evasión de impuestos y fraude. Fue detenido y le confiscaron sus bienes.
Tercer paso, poner fin a la elección directa de gobernadores en las 89 regiones de Rusia. Vladimir Putin promulgó una ley para que él los designara.
Y cuarto paso, alimentar su popularidad con campañas mediáticas que lo hacían ver como un líder fuerte, que recuperaba el orgullo ruso que había mancillado Estados Unidos.
Y ya que acumuló poder, entonces perpetuarse en él.
Como se supone que Rusia es una democracia, simuló un cambio de cargo. Pasó de presidente a primer ministro y viceversa, evadiendo cualquier acusación de reelección; luego alargó los periodos a seis años; y finalmente organizó un referéndum para poder postularse hasta el año 2036. Ya lleva 21 en el poder. Va por 15 más.
En este camino ha sido acusado de encarcelar e intentar matar a sus críticos y opositores. Dos casos emblemáticos. La periodista Ana Politkóvskaya, asesinada tras denunciar los abusos de Rusia en Chechenia. Y el líder opositor, Alexei Navalny, envenenado con un agente nervioso que lo puso en estado de coma, del que se recuperó para luego ser detenido. Su persecución ha detonado una condena internacional y múltiples protestas nacionales. El gobierno de Putin ha arrestado a más de 5 mil manifestantes en 90 ciudades rusas, todo, mientras recibía los cariños del demócrata presidente mexicano.
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