La posición del presidente López Obrador frente a la pandemia ha sido consistente: desde que comenzó la ha minimizado. Así que no debe sorprender que ante la creciente tercera ola su respuesta sea la misma: hacer como que no existe.

Año y medio después de que nos cayó la pandemia, el gobierno no ha cambiado un ápice su manera de enfrentarla. No es que haya fracasado su estrategia para enfrentar la pandemia, es que nunca existió tal estrategia. Lo que hubo y sigue habiendo es una demoledora operación propagandística para tratar de controlar los daños, no a la población, sino a la imagen del gobierno y de su líder. Lo que hubo y sigue habiendo es una apuesta: dejar pasar, negar, ocultar, evadir la realidad y esperar la ilusoria inmunidad de rebaño. Una apuesta que, por cierto, causó estragos en los países que la hicieron (como los causó en México, que ocupa el cuarto lugar mundial en muertes… aún sin sumar las 150 mil reconocidas oficialmente, pero no contabilizadas).

Este negacionismo obradorista está exacerbado de nuevo con el tema del regreso a clases. La tacañería oficial dejó a las escuelas sin presupuesto para limpiarlas y adecuarlas para recibir a los alumnos con las condiciones epidemiológicas de seguridad indispensables. Esa misma tacañería se cierne como la principal amenaza para la vacunación de menores de edad, que sucede en otros países del mundo hace meses, y que los dejaría mejor preparados para la convivencia escolar presencial.

Como telón de fondo, ya sin peso, pero aún con volumen, los disparates, exabruptos, mentiras criminales y desatinos científicos del bufón presidencial, Hugo López-Gatell, y demás cortesanos y adornos de ocasión. Destacadamente, la secretaria de Educación Pública, Delfina Gómez, autora de la escandalosa “carta responsiva” (creo que inédita en la historia de los gobiernos del mundo) que se la tuvo que comer cuando su jefe la negó y hasta culpó a los malvados medios neoliberales de haberla inventado.

Mientras la ola de la variante Delta sigue creciendo, la respuesta es la misma: negar, ocultar, hacer como que no pasa nada, mentir y claro, denunciar complots. El famoso “que quiebren los que tengan que quebrar” no es más que el síntoma de un no explícito, pero sí practicado “que se mueran los que se tengan morir, pero que no afecten la imagen del líder”.

SACIAMORBOS

Entre memes, chistes y pastelazos, el país entra a la segunda mitad del sexenio con signos ominosos por todos lados. No deja de asombrar la fuerza que sigue teniendo el presidente frente a los suyos y también frente a sus rivales (el muy celebrado pero exiguo triunfo del bloque opositor al rechazar el periodo extraordinario no da para celebrar haber ganado una batalla, si acaso una escaramuza). Los disparates y caprichos de un solo hombre siguen marcando el ritmo a un país entero. El fenómeno tendrá que estudiarse a fondo. Ojalá no sea cuando el desastre se haya consumado.

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