Creo que nadie puede presumir de lo que hizo el empresario Alonso Ancira frente a este gobierno. Les tomó el pelo a todos. Birló al presidente López Obrador, a su entonces consejero jurídico, a la Fiscalía General de la República, al juez que lleva su causa, al empresario Julio Villarreal… a todo mundo. Un maestro del engaño.
El asunto es bastante sencillo de entender. Este gobierno acusó a Ancira de haber recibido 200 millones de dólares extras por la venta de la empresa Agronitrogenados durante el sexenio de Peña Nieto. Le giró órdenes de aprehensión por eso. El presidente López Obrador, en la conferencia mañanera, le propuso públicamente que si devolvía los 200 millones, lo dejaba de perseguir. Ancira contestó que aceptaba el trato: que su empresa, Altos Hornos de México (AHMSA) pagaba el dinero. Para zafarse de la bronca, el gobierno le propuso que vendiera AHMSA al poderoso empresario acerero Julio Villarreal, cercanísimo al régimen, financiador de campaña de López Obrador. Se hizo el trato. Ancira fue detenido en España y extraditado a México. Su expectativa era que aterrizaba, se presentaba ante el juez y salía libre. Pero no salió.
Se quedó una temporada en la cárcel en la que echó a andar la sofisticada trama de su engaño: se victimizó, convenció a todos los involucrados de que iba a cooperar y les hizo creer que tenían que dejarlo libre para que él pudiera transferir el dinero y que le llegaran al gobierno los famosos 200 millones de dólares. Le creyeron, lo soltaron y, acto seguido, Ancira huyó a Estados Unidos —de donde es ciudadano—, se apertrechó con abogados de todas las disciplinas, tiene su avión privado a la mano por si necesita esconderse en Israel (con el que México no tiene tratado de extradición y de donde también es ciudadano después de haber comprado ¡las minas del Rey Salomón!) y… mandó a todos a volar.
Se quedaron con un palmo de narices los involucrados en el arreglo para que devolviera los 200 millones que él asegura que fueron un precio justo, pero que prometió devolver. Y entonces, se cayó todo: el gobierno se quedó sin sus 200 millones, la Fiscalía sin el trato, el juez sin el acusado, Villarreal sin AHMSA y el presidente sin discurso. El jueves en su conferencia mañanera, López Obrador estaba enojadísimo con el asunto. Al maestro del engaño le dieron agua de su propio chocolate. Veremos si tiene contraataque.
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