Sabe bien que no es el favorito, que no es el elegido, que no es el Plan A. Pero tiene paciencia y tiene experiencia. No se le ve desbocado, incluso su arranque ha sido discreto, apagado. No es la imagen del que está echando toda la carne al asador, mucho menos del que ya la echó.
Adán Augusto López, corcholata presidencial de Morena, está jugando conservador. Como mandando un mensaje al presidente: no soy ambicioso, sé cuál es mi papel, y aquí estoy por si Claudia se cae. O por si se pelean Marcelo y Claudia y el Gran Elector debe buscar una tercera vía. No se sale un centímetro del guion: esta es una competencia para ver quién adula más al presidente y quién le ofrece el más valioso certificado de impunidad.
Adán Augusto lleva al extremo del patetismo la imitación del presidente, una suerte de mala copia que no sólo camina y habla igual, sino que dice lo mismo, repite los chistoretes de la mañanera y hasta hereda sus obsesiones.
Pero mientras va trotando sin prisa en la carrera presidencial morenista, Adán Augusto está haciendo lo que los políticos priistas de la vieja guardia: ampliar su zona de influencia y garantizar que quien ocupe la Presidencia se va a tener que sentar a negociar con él. Él es, a fin de cuentas, un añejo político que se educó por décadas en el PRI.
Desde que el presidente lo nombró secretario de Gobernación, Adán Augusto ha “amasado” poder. Le robó a Claudia adhesiones en el gabinete. Le robó a gran parte de los gobernadores de Morena que ella creía tener en la bolsa (el otro día se ufanó de que sólo 7 de 22 habían salido en cargada a apoyarla). En la Cámara de Senadores todos saben que el verdadero coordinador de la bancada oficial es Adán. Maneja la relación con el Partido Verde a través de Manuel Velasco, tiene en la bolsa al PT y es notoria su íntima cercanía con el dirigente nacional del PRI, Alito Moreno.
Propuso consejeros para meter al INE. Frenó personalmente los nombramientos en el Inai porque no incluían a ningún cercano. Y mientras todo mundo anda distraído con las corcholatas, está por convertir a 20 cercanos suyos en magistrados del Tribunal Federal de Justicia Administrativa, que son los que van a recibir las denuncias de escándalos de corrupción del actual sexenio.
Y así, camina tan campante Adán Augusto. Cumpliendo con el tedioso requisito de ser corcholata, operando bajo la mesa para colocar a sus fichas por doquier y haciendo como que el Ejército no reportó en un informe oficial de inteligencia que cuando fue gobernador de Tabasco entregó el mando de la Seguridad Pública a los cárteles del narcotráfico (el informe se reveló por Guacamaya).
Adán Augusto espera a ver si el destino es benevolente. Si los tiempos del señor son perfectos, como le gusta repetir. Ese ya cayó parado.
Saciamorbos
En Hidalgo se puso tan fuerte la desbandada que hasta Don Abel renunció al PRI.