Desde hace tres semanas, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, tuvo en su escritorio los datos que marcaban que los contagios y muertes por coronavirus en la capital del país habían crecido dramáticamente. Había que decretar el semáforo rojo para salvar vidas y evitar la propagación de la pandemia. El presidente tomó una decisión: la Ciudad de México no se va a semáforo rojo de emergencia, la Ciudad de México no se cierra.
Según una fuente del gobierno federal y otra del gobierno de la capital del país, la orden del presidente López Obrador de mantener abierta la Ciudad fue porque consideraba que serían brutales los efectos económicos, más dañinos que el costo en vidas humanas y en daños a la salud. Consideraba que había margen en los hospitales para no quedar rebasados. Además, el simbolismo político de esta medida: el presidente venía insistiendo en su “ya vamos de salida”, “vamos bien”, “ya se ve la luz al final del túnel” y otras frases que quedarían rotundamente desmentidas si en el corazón nacional se decretaba de nuevo el semáforo rojo.
Lo que siguió fue atroz: los contagios y las muertes siguieron disparándose en la zona metropolitana del Valle de México.
Para convencer al presidente López Obrador de que había que decretar el semáforo rojo, hizo falta armar una especie de “trabuco político”: se pusieron de acuerdo la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum; el gobernador del Estado de México, Alfredo Del Mazo; y el subsecretario y zar contra la pandemia, Hugo López-Gatell. A regañadientes, el presidente dio su brazo a torcer. Y así, el viernes pasado, los dos gobernantes y el subsecretario hicieron el anuncio.
Ayer, el New York Times documentó que, desde el 4 de diciembre, el gobierno mexicano manipuló las cifras de hospitalizaciones y positividad en pruebas Covid para engañar a los ciudadanos y crear la falsa sensación de que la situación estaba menos grave de la realidad. Encima, recordó que el porcentaje de camas disponibles en los hospitales no refleja el estado real de la pandemia, pues la política de este gobierno ha sido para que la gente no sea aceptada en los hospitales, salvo que esté ya muy grave. La gente se está muriendo en sus casas, reportó el diario.
SACIAMORBOS
El presidente que iba a regresar el Ejército a sus cuarteles ha instrumentado la más extensa militarización gubernamental de la que se tenga registro en la historia moderna de México. El fin de semana, les dio además el control del tren maya y de cuatro aeropuertos. El presidente López Obrador propone un peligroso relevo: un soldado en vez de un empresario. La organización México Unido ha contabilizado que, en el gobierno obradorista, las Fuerzas Armadas han acumulado 23 funciones, desde ser la Guardia Nacional hasta recoger el sargazo de Cancún. La creatividad presidencial está agotada: frente a cualquier problema que le brinca, lo único que se le ocurre es mandar soldados y marinos.
historiasreportero@gmail.com