Quien llegue a la Presidencia en 2024 lo hará en condiciones muy distintas a López Obrador. Es esperable que no gane la elección con esos márgenes, ni tenga esas mayorías parlamentarias, que no llegue con ese capital político, que no tenga esa conexión social, ese teflón que tanto le envidian políticos de uno y otro lados. Quien llegue va a tener que trabajar con los huesos que dejó la borrachera del banquete del obradorato: secretarías de Estado completamente desdibujadas, un servicio civil de carrera desmantelado y rellenado con incompetentes, con récords historicos de violencia, de feminicidios, de asesinatos a periodistas, con una policía debilitada, una Guardia Nacional rebasada, un Éjercito empoderado. Un sistema de salud destruido con niveles históricos de desabasto de medicamentos. Con instituciones minadas, contrapesos absurdamente dinamitados, un modelo de recaudación insuficiente, una población que envejece con un sistema de pensiones insostenible y un retroceso en el desarrollo energético equivalente a décadas.
Son las bombas de tiempo que heredará López Obrador a quien lo suceda en el poder. ¿A quién le van a estallar esas bombas? Hay dos escenarios lógicos:
El primero —hoy por hoy, según las encuestas, el más probable— es que López Obrador le entregue la estafeta a alguien de su propio movimiento. Le va a dejar las bombas con un contador encendido. Y como herramienta para desactivarlas, tendrá un partido sin procesos, reglas ni procedimientos que lo sostengan. Porque todo el entramado político-partidista del sexenio está basado en la figura de AMLO. Es absolutamente unipersonal. Morena no ha sido capaz de crear un pegamento político para todas sus facciones. Lo único que los une es AMLO, y que AMLO tiene poder para repartir. No se ve que nadie más tenga la capacidad de unir y de operar.
Un acto de justicia política sería que estas bombas de tiempo le estallaran a alguien del propio obradorato. Que se hagan cargo de los efectos del desastre, que les toque lidiar con los escombros y reconstruir lo que dinamitaron. Pero no es sencillo de procesar internamente: si las bombas de tiempo estallan al sucesor(a) de AMLO, ¿se va a quedar con los brazos cruzados? ¿va a asumir el costo político de la crisis con tal de cuidar al líder, aunque sepa que él tuvo la culpa? ¿o ya con el poder de la banda presidencial en el pecho echará la responsabilidad al gobierno anterior? ¿Morena resistiría una confrontación así?
El segundo escenario, que hoy se antoja más remoto, es que gane la oposición la elección presidencial del 2024. Va a toparse con esas bombas de tiempo activadas por López Obrador. Si estallan, será discursivamente sencillo cargarle la responsabilidad al que las puso. Pero éste no se va a quedar quietecito en su rancho. ¿No se imaginan a un AMLO aprovechando para arrancar una marcha de Tabasco a la Ciudad de México, recolectando firmas para pedir la revocación de mandato (una mina política que él mismo sembró en la Constitución) ante la crisis nacional? ¿No se imaginan a un AMLO impulsando la caída del gobierno acusándolo de la desgracia del presente?
SACIAMORBOS
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