¿Pienso que todo es malo? No. Creo que es un logro monumental haber sacado a 9 millones de personas de la pobreza, haber casi triplicado el salario mínimo sin desatar la inflación, haber mantenido la estabilidad económica seis años y concretar la renovación del TMEC. No escatimo un ápice esos logros. Pienso que los programas sociales resuelven una necesidad urgente para millones de mexicanos: en lo que aprenden a pescar, la gente tiene hambre y hay que darles pescado. Lástima que su grosero uso electoral les hizo perder brillo.

Pero el triunfo electoral, los 36 millones de votos y la supermayoría artificial en el Congreso no significan que se puede esconder la realidad, como intentó el presidente en su último informe de gobierno:

30 millones de mexicanos se quedaron sin acceso a servicios de salud por la desaparición del Seguro Popular y el fracaso del Insabi. Durante 4 años hubo desabasto de medicinas. En la pandemia murieron 320 mil mexicanos por el mal manejo del gobierno. La Megafarmacia costó 2 mil millones de pesos y surte 5 recetas al día.

Este fue el sexenio con más asesinatos de la historia: 25% más que Peña Nieto, 60% más que Calderón y 200% más que Fox. También es el sexenio con el mayor número de personas desaparecidas: más de 120 mil, aun cuando el “nuevo censo” del gobierno rasuró el dato a 100 mil. No aparecieron los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Y la investigación obradorista dijo lo mismo que la “verdad histórica” de Peña Nieto.

Segalmex fue un desfalco de 15 mil millones de pesos; su director sigue trabajando en el gobierno. Dos hermanos del presidente aparecieron en videos recibiendo sobornos. Su hijo mayor vivía en una mansión en Houston propiedad de un ejecutivo de una contratista del gobierno. Sus otros dos hijos adultos traficaron con influencias para el Tren Maya, el Transístmico y la compra de medicinas, según confesó en conversaciones telefónicas su íntimo amigo.

Salió el doble de caro cancelar la construcción del nuevo aeropuerto de Texcoco y hacer el AIFA, que dejar que se terminara la obra. La refinería de Dos Bocas costó el doble de lo presupuestado, se va a tardar el doble en estar lista y es hora que no refina un solo barril. El Tren Maya devastó 7 millones de árboles, costó el triple de lo prometido, aún no se termina y casi nadie lo usa.

A Pemex le inyectaron 2 billones de pesos y sigue siendo la empresa petrolera más endeudada del mundo, casi considerada “bono basura”. Prometió producir 2.6 millones de barriles diarios y se quedó en 1.8 (igual que en 2018). GasBienestar prometió llevar gas más barato a los hogares mexicanos; sólo funciona en 9 alcaldías.

Desde que Claudia Sheinbaum ganó las elecciones el dólar subió 3 pesos. La inversión extranjera directa nueva está en su peor nivel en décadas. La deuda creció 5% (finalmente lo aceptó el presidente el domingo) y el crecimiento económico será de 1% contra la promesa de llegar a 6%.

Y la reforma judicial ha terminado de esculpir la imagen de López Obrador en el mundo moderno: se trata de un presidente vengativo, autoritario, que quiere destruir la democracia y que va a generar con ello un problema económico en su país.

36 millones de votos no se discuten. Los datos duros tampoco.