En este gobierno, el empresario Alejandro Del Valle pasó de consentido a detenido, en cuestión de meses.
A pesar de que despegó en la administración mexiquense de Arturo Montiel, quien le contrataba servicios de call center, lo adoptó Gabriel García, operador electoral y financiero de las campañas de Andrés Manuel López Obrador, hasta hace unas semanas coordinador general de Programas para el Desarrollo del gobierno, jefe de todos los “servidores de la nación”.
En la campaña presidencial de AMLO , con el call center de Del Valle -que dirige su hermano Enrique- Morena conformó estructuras, sumó militantes, los empadronó, convocó a asambleas, creó comités de apoyo e incluso reclutó representantes de casilla.
Pero Gabriel García cayó de la gracia de López Obrador este verano, en buena medida, por las denuncias que le llegaron de presuntos actos de corrupción. Ayer, dos meses y medio después de que AMLO despidió a García y lo mandó de regreso al Senado, Del Valle fue aprehendido al salir del lujoso Club de Industriales de Polanco.
Me revelan fuentes con acceso de primer nivel, que desde la campaña del 2018, Gabriel García y Alejandro Del Valle se la pasaban juntos. Primero en la oficina de García, en la calle de Mérida, a un par de cuadras de la casa de campaña de López Obrador en la calle de San Luis Potosí, en la colonia Roma de la capital del país. Luego, en la de Alejandro Del Valle, en Bosques de Sauces, Bosques de Las Lomas. Y finalmente en la nueva oficina de García -ya en gobierno-, en Reforma 116. García repartía dinero, prometía contratos.
Según las mismas fuentes, Del Valle, con su experiencia en la iniciativa privada, tuvo la idea, que le vendieron al presidente, de que cada beneficiario de programas sociales contara con una tarjeta bancaria “con los héroes patrios retratados, para que sepan que se la deben a usted, presidente, y lo tengan cerca del corazón”, y que los recursos se repartieran en 13 mil 500 Centros Integradores con cajeros automáticos. Negocio el de las tarjetas, negocio de las comisiones, negocio de los cajeros, negocio de hacer los Centros.
Tras vencer en las elecciones, empezaron por el de los cajeros. Para conseguir financiamiento, Del Valle le presentó a García al exbanquero Carlos Cabal Peniche. Del Valle y Cabal echaron mano del empresario Ignacio Carral, y empezaron a volar juntos a través de la empresa Vivcolmex. Los cajeros los fabricaría la coreana Hyosung. Del Valle y su hijo habían viajado a Corea meses antes para armar la operación. Incluso sentaron al presidente de ese Grupo, Cho Hyun-joon, con el presidente López Obrador para amarrar la licitación. La foto fue pública. La reunión fue en noviembre de 2019 y la licitación al mes siguiente.
Medio año después, en junio de 2020, con el escándalo creciente, el presidente López Obrador acordó con Gabriel García cancelar el contrato de los cajeros automáticos. Se cayó el negocio. Los empresarios pudieron demandar al gobierno, pero según me revelan, García operó para que no lo hicieran y esperaran ser compensados con algún otro negocio gubernamental, como el equipamiento y mantenimiento de los Centros Integradores, desde donde quieren distribuir sus programas sociales; y con información privilegiada, habría facilitado el inicio de la ruta para la creación de un banco privado que sirviera para dispersar entre la gente los recursos de los programas sociales. A lo largo de ese camino, Del Valle y Cabal entran con el empresario Miguel Alemán Magnani a Interjet y Radiópolis, otra operación cabildeada a los más altos niveles del gobierno federal y que resultó empantanada.
El ascenso fue tan vertiginoso como el desplome. Alemán Magnani tiene orden de aprehensión, Cabal Peniche también, Del Valle fue detenido ayer. ¿Y Gabriel García? En el Senado. Porque hay algo muy claro: todo lo que hicieron fue con el aval -por decir lo menos- de Palacio, concretamente de Gabriel García, hombre de todas las confianzas de López Obrador y quien por cierto, cada que podía, se ufanaba: “el señor no me va a hacer nada, yo sé todo e hice de todo”.