Se llama SIDER. Lo tienen los casi 20 mil “servidores de la nación” en su celular. Es la sencillísima manera en la que un ciudadano se vuelve beneficiario de los programas sociales. ¿Tú eres nini? ¿Cómo te llamas? ¿Dirección? Clic. Clic. Listo, te llega tu beca el próximo mes.

Este Sistema Informático de Desarrollo Regional reparte el presupuesto como si fuera un helicóptero que lanza billetes desde el cielo: no hay corroboración de datos, no hay ningún estudio sobre si realmente la persona necesita el apoyo, nada. Quizá por eso el gobierno destina más dinero a los necesitados, pero resulta que hay 4 millones más de pobres.

El presidente se empecinó en inundar el país de programas sociales. Se lo encargó a uno de sus hombres de confianza, Gabriel García. Sin metodología científica y basándose sólo en los recorridos por tierra de los operadores electorales de Morena que se convirtieron en funcionarios públicos, empezaron a inflar los padrones de beneficiarios.

En la campaña presidencial de 2018, los “servidores” habían logrado enlistar a 3.5 millones de personas, prometer que si ganaba AMLO les iba a tocar dinero y darles credenciales de Morena para decir que eran militantes. ¿Qué hicieron ya en el gobierno? Regresar con esas personas y preguntarles si tenían un papá mayor de 65 años, un hijo nini, o cualquier pariente que pudiera ser considerado beneficiario de un apoyo oficial. En la prisa de aumentar el padrón, se clasificó como “personas con discapacidad” incluso a quienes simplemente usaban lentes. Así, el padrón engordó artificialmente de 3.5 a casi 18 millones de personas. Todo esto me lo revelan fuentes de la propia “4T” que han revisado el trabajo de Gabriel García, ahora que fue despedido y orillado a regresar al Senado.

García tenía que construir un padrón confiable de beneficiarios. Es un mínimo estándar de transparencia. Nunca lo hizo. Lo más cercano que ha podido ofrecer la administración actual es el Padrón Único de Bienestar (PUB), que vive en una plataforma tecnológica obsoleta y que complica la verificación de si los beneficiarios cumplen los requisitos, o siquiera existen. Tiene 39 millones de personas. Hay ilocalizables, nombres repetidos y otras fallas que se han ido detectando con las auditorías.

El PUB incluye los 10 millones de adultos mayores, que vienen de otro padrón que construyó con más rigor la subsecretaria de Bienestar, Ariadna Montiel, basándose en las casi 4 millones de personas que recibían este apoyo en la administración Peña Nieto, y cruzando los datos de jubilados del IMSS, el ISSSTE y el Ejército.

Está por ahí también el padrón de Producción para el Bienestar, el programa para apoyar al campo, encargado al subsecretario Víctor Suárez. En realidad es el Procampo de gobiernos anteriores. Qué tan mal andará que hasta el presidente López Obrador, el 29 de agosto desde Chiapas, dijo: “Estamos a punto de hacer una revisión, productor por productor de los beneficiarios del programa Producción para el Bienestar, porque no queremos que se mantenga la tendencia que había cuando se aplicaba el programa Procampo, que se entregaba hasta a políticos, y el campesino no recibía su apoyo… vamos a revisar ese programa que va dirigido a apoyar a dos millones de productores”.

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