Quién no se acuerda de los 49 segundos mágicos de Ana Gabriela Guevara en los juegos olímpicos de Atenas. Venía de ser campeona mundial de los 400 metros en el mundial de 2003. Y puso a México a soñar con el oro olímpico en 2004. En esos 49 segundos, Ana lo dio todo. No alcanzó y fue segundo lugar. No importó. La medalla de plata se disfrutó con sabor dorado. Ana era un fenómeno, era nuestra estrella, todo México la quería.

Recia, entrona, echada para adelante. Disciplinada. Humilde, pero sin achicarse ante nadie. Cuando hablaba, con la autoridad moral de la atleta que da resultados, exhibía a las autoridades, denunciaba los escuálidos apoyos. Pedía para ella y para sus colegas. Era referente y orgullo.

Si en el verano de 2004 fueron los 49 segundos mágicos de la carrera que encumbró a Ana, ayer, veinte años después, en el verano 2024, fueron los 90 minutos que sintetizaron su desplome como funcionaria en la conferencia de prensa que encabezó para hablar de los juegos de París.

La gestión de Guevara al frente de la Conade ha sido un relevo de escándalos a los que siempre contesta con soberbia, desdén y desplantes. No sé si a la gente le indignan más los malos manejos financieros que se denuncian en su contra, el trato que ha dado a los atletas o las formas con las que se conduce públicamente. La conferencia de ayer es un muestrario.

Los cuestionamientos ya no sólo fueron al desempeño deportivo y a la falta de apoyos gubernamentales, sino que hicieron énfasis a los lujos que se dio Guevara en su viaje a París. Restaurantes caros, increpada por ciudadanos mexicanos que se la toparon, vuelos en primera clase. Y ella respondió con la misma altanería del “por mí, que vendan calzones” que recetó a las atletas de nado sincronizado.

Si no le preocupa tener más carrera política, si no le preocupa lo que se diga de ella en la prensa, por lo menos que le preocupe su legado. Hoy, es el referente del mal paso de una atleta exitosa a una funcionaria desastrosa. Ejemplo de la ruta que no deben recorrer funcionarios que están a punto de estrenarse con el nuevo gobierno, y que gozan de buena imagen que deberían esmerarse en cuidar y mantener, en vez de tirar por la borda.

Uno pensaría que figuras del deporte como ella, que sufrieron de todo cuando fueron atletas, tendrían mucho que aportar en la silla del servicio público. Ella vivió en carne propia tanto el ser relegada como el ser apoyada por el gobierno. Ponerla al frente de la Conade no parecía una mala idea. El resultado no ha podido ser peor. La corrupción y sus respuestas ante los cuestionamientos la tienen ahora posicionada en las encuestas como la funcionaria más corrupta del sexenio de López Obrador… y mire que hay competencia hasta familiar.

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