En el verano de 2016, Donald Trump no tenía ninguna posibilidad de convertirse en presidente de Estados Unidos. Tenía de rival a la experimentada política Hillary Clinton, a quien el presidente en funciones, Barack Obama, había calificado como la persona que mejor estaba preparada para llegar a la Casa Blanca en la historia de Estados Unidos. En cambio, Trump era esta combinación de patán y hazmerreír que había irrumpido en la escena política y había conquistado la candidatura del partido Republicano.
…hasta que Peña Nieto lo invitó a México, a lucirse en plan presidencial en la residencia de Los Pinos, en una reunión que tenía el aspecto de un encuentro bilateral entre dos mandatarios. Trump, pues, podía tomarse en serio. Peña Nieto fue públicamente vapuleado por ello: se humillaba y le daba trato de jefe de Estado a un impresentable que había escalado en la política a base de golpear y discriminar a los mexicanos. Lo hacía, además, en contra de las buenas prácticas de la diplomacia y a diferencia de los presidentes del resto del mundo.
En el equipo de Peña Nieto justificaron la decisión con el argumento de que México estaba comprando una especie de seguro por si Trump ganaba la elección. La mañana del día de la elección presidencial, los pronósticos estadísticos le daban a Hillary más de 80% de probabilidades de ganar. Pero ganó Trump. Y México cobró su seguro: Luis Videgaray, que había salido del gabinete de Peña por ser el organizador de la escandalosa invitación, regresó por todo lo alto como canciller, para manejar la relación bilateral gracias a su cercanía con el yerno Jared Kushner, y lograr la renegociación del TLC que estaba condenado a muerte.
Cuatro años después, Andrés Manuel López Obrador sigue el ejemplo de su antecesor. Frente a un Donald Trump derrotado al extremo de ser hazmerreír del planeta, exudando odio, portándose como un dictador bananero, con el estilo de patán con el que ejerció el poder, el presidente de México ha decidido apostar por él. Y a juzgar por sus palabras, está comprando un seguro por si en tribunales Donald Trump logra la victoria que no conquistó en las urnas.
En contra de las buenas prácticas diplomáticas y a diferencia de los presidentes del mundo, López Obrador no quiso felicitar a Joe Biden por su triunfo y dio toda legitimidad a la impugnación de Trump que, cada vez más solo, grita que le hicieron fraude. Declaró el mexicano: “no quiero felicitar a un candidato, quiero esperar a que termine el proceso electoral. Nosotros padecimos de las ‘cargadas’, todavía no se terminaban de contar los votos y ya algunos gobiernos extranjeros estaban reconociendo a los que se declararon ganadores”.
No es la primera vez que López Obrador se compara con Trump. Tras ganar las elecciones de 2018, le escribió que “ambos sabemos cumplir lo que decimos y hemos enfrentado la adversidad con éxito. Conseguimos poner a nuestros votantes y ciudadanos al centro y desplazar al establishment o régimen predominante”.
En este momento se ve casi imposible que Trump gane su impugnación en tribunales. Si la gana, López Obrador podrá cobrar su seguro. Pero donde suceda lo obvio, y Biden llegue a la Casa Blanca, el ridículo le puede salir caro: el presidente no sólo habrá hecho campaña a favor de Trump sino lo habrá alentado en su aventura de conflicto postelectoral.
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