Que Felipe Calderón sea considerado el principal opositor político de este país radiografía el estado de desgracia en el que se encuentra la oposición.

El expresidente no aguanta la prueba de la memoria: en 2012, cuando dejó el poder, tuvo prácticamente que huir del país y medio esconderse en Estados Unidos porque no podía salir a la calle en México: su gestión dejaba un regadero de sangre y había abierto la puerta para el regreso del viejo PRI. La conversación era si terminaría juzgado por crímenes de lesa humanidad. Y encima, el arranque trepidante del sexenio de Peña Nieto con el Pacto por México, lo caricaturizaba como un presidente incapaz de hacer política para lograr cambios estructurales.

Fue hasta año y medio después que Calderón pudo dejarse ver en público en México, cuando los escándalos de Ayotzinapa y la Casa Blanca habían noqueado al presidente Peña y se evidenciaba la inconmensurable corrupción que sería la marca del sexenio: la gente se había arrepentido de votar por los corruptos y a Calderón le valoraban no estar en esa lista.

Con tal oxígeno, impulsó la trunca aspiración presidencial de su esposa y se envalentonó para salir del PAN y tratar de fundar un partido propio. En este sexenio, el presidente López Obrador y los suyos le han hecho la máxima publicidad posible, ubicándolo como el gran antagonista de la 4T.

En síntesis, la relevante posición de Calderón en la política mexicana no se debe a ningún éxito propio, sino a los tropiezos de sus sucesores: por la corrupción de Peña Nieto logró regresar al país y porque AMLO lo ubica como su adversario favorito está por conseguir el registro de México Libre como partido político, aglutinando a un sector del cada vez más nutrido grupo de desencantados con el gobierno actual.

Pero Calderón es para López Obrador el enemigo perfecto: mantiene viva a su tropa, pero no le representa una amenaza. El presidente AMLO sabe que Calderón no puede disputar el 2024, sabe que es un cartucho quemado de la política nacional y sobre todo, sabe que el proceso contra Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública del calderonismo, es letal para el expresidente. Políticamente, en las cortes de Nueva York no está a juicio García Luna: está a juicio Calderón.

¿Qué es entonces la oposición en México? Un puñado de brochazos. Un gobernador que se envalentona un día, un grupo de gobernadores que plantan cara en una conferencia, alguien del empresariado que pinta pero no da color, un grupo de legisladores que frenan un día una ley, un partido que grita ¡No! pero su grito no hace voltear a nadie, otro que no termina de ser grande, uno más que era grande pero se hizo chiquito y coquetea con el gobierno. Hasta ahora, la oposición más sólida parece ser la que ha ido construyendo el presidente López Obrador a partir de los errores de su gobierno. Los que no son de él, pero no son de nadie.

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