El viernes hablaron por teléfono los presidentes de Estados Unidos y México. “Si hubieras escuchado el tono, juras que son compadres”, me describió una de las poquísimas personas que presenciaron la llamada.
Este integrante de alto nivel del gobierno mexicano definió el trato como “ultra amistoso”, con un Donald Trump refiriéndose a Andrés Manuel López Obrador como very great friend (muy buen amigo). El telefonema fue breve, para que el presidente mexicano agradeciera que Estados Unidos prometió enviarnos mil ventiladores de los que se emplean en los casos más graves de coronavirus y que no se restringieran las compras de México. Pero ya encarrerado y en esa atmósfera entre “compadres”, el presidente López Obrador invitó a Donald Trump a verse cara a cara, cosa que no ha sucedido en el año y medio en que han sido presidentes simultáneamente.
“Yo esperaría sentado”, me dijo la misma fuente, argumentando que el posible saludo de mano personal entre los presidentes de Estados Unidos y México ha sido una posibilidad que surgió inicialmente para sellar la firma del nuevo tratado comercial, el TMEC. Pero no sucedió. A cambio de eso, visitaron México Jared Kushner, yerno y superasesor de Trump, y Robert Lighthizer, el representante comercial estadounidense y jefe de la negociación comercial por ese país. El tiempo fue pasando, las agendas no coincidieron, ninguno de los dos países insistió mayor cosa… y llegó el coronavirus. Según lo que difundió el presidente mexicano en su cuenta de Twitter, la bilateral Trump-AMLO podría suceder entre junio y julio de este año, cuando ambos países esperan ya haber salido de la primera ola de la pandemia. Quizá para entonces, ya habrá entrado en vigor la orden ejecutiva anunciada antier por Trump para prohibir la migración a su país. Así de duro. Para el estadounidense que enfrenta una reelección próximamente, momento idóneo para reunirse con su gran amigo mexicano.
No es extraña la camaradería entre ambos mandatarios. Desde que López Obrador era el candidato puntero en las encuestas presidenciales mexicanas, y la renegociación del TLC se llevaba con la administración Peña Nieto, Donald Trump se refería a AMLO como “Juan Trump”, su manera de caricaturizar que era la versión mexicana de él mismo. En efecto, sus formas de llegar al poder y de ejercerlo tienen muchísimas similitudes. Ya como presidente, López Obrador desmontó el tono belicoso que mantuvo por años contra Trump (escribió un libro para criticarlo, prometió contestar todos y cada uno de sus tuits contra México, le llamó autoritario, xenófobo, antiinmigrante) y mientras sus conferencias mañaneras son una inagotable producción de críticas e insultos a todo mundo, a Trump no lo toca, y sistemáticamente dice que lo respeta, que no se va a enganchar en un pleito con él.
La crisis por coronavirus también puso a López Obrador al teléfono con el presidente de la otra gran potencia, el chino Xi Jinping, hablaron también sobre recursos para enfrentar la pandemia y al final, fue el mandatario de China quien lo invitó a visitar su país. AMLO bromeó en la mañanera sobre lo lejos que queda y las escalas que se necesitarían para el traslado.
Como efecto de la cooperación internacional por la pandemia, y sobre todo por la influencia del canciller Marcelo Ebrard, ya veremos si de todo esto resulta un presidente López Obrador más abierto al mundo, más consciente de la importancia de México en la geopolítica y más dispuesto a jugar un rol en el tablero global. O como muchos presidentes del pasado han usado sus giras al extranjero: como una fuga temporal de una realidad nacional que no deja de vapulearlos.