En junio de 2017, en un reportaje de portada, el periódico The New York Times denunció que el gobierno de Enrique Peña Nieto había usado Pegasus para espiar a un grupo de activistas, defensores de derechos humanos y periodistas (entre ellos, yo). Es decir, esta primera denuncia se hizo en pleno sexenio peñista.

Los intentos de infectar mi teléfono celular con el software espía coincidían con la revelación, hecha en estas Historias de Reportero, sobre la matanza extrajudicial en Tanhuato, Michoacán, que el gobierno de Peña Nieto estaba tratando de maquillar como un enfrentamiento entre policías federales y narcos.

En ese entonces, la PGR peñista abrió una investigación y me pidió entregar mi teléfono celular como elemento probatorio. Leyó usted bien: el gobierno que intentaba espiarme a través de mi celular me pedía entregarles el celular. Me negué.

Hace unos días, un consorcio de medios de comunicación (The Washington Post, The Guardian, El País…) reveló que Pegasus tenía en varios países 50 mil teléfonos objetivo para hacer espionaje con fines políticos y no de seguridad nacional (para lo que se supone que fue diseñado el mentado software). Los periodistas que realizaron la investigación dieron a conocer que, en México durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, se espió al entonces dirigente opositor Andrés Manuel López Obrador, su familia y sus más cercanos colaboradores, además de una nutrida lista de activistas, periodistas, intelectuales, críticos, etc. Ayer, EL UNIVERSAL publicó en primera plana que, según la Unidad de Inteligencia Financiera del presidente AMLO, estoy entre los espiados en el sexenio anterior, aparentemente en la ya popular lista de “los maléficos”.

(Una nota personal y divertida: hoy da risa, pero en los tiempos de Peña Nieto las presiones más fuertes que recibí desde Los Pinos por mis críticas y denuncias venían acompañadas de un “es que Loret le va a López Obrador”).

El presidente López Obrador, desde hace años, ha acusado a muchos periodistas de haber “callado como momias” frente a los excesos de los gobiernos anteriores. Es una hipocresía: para hacer campaña opositora, él retomó muchas investigaciones de esos mismos periodistas a los que hoy ataca. Los escándalos de espionaje en el sexenio de Peña, revelados y apuntalados por su propia administración, sepultan su argumento del “callaron como momias”. Muerta su frase favorita para descalificar a la prensa. Cae por su propio peso: es una más de sus mentiras.

Hoy, López Obrador tiene que lidiar con la sospecha, ventilada en espacios periodísticos, de que él mismo tiene una red de espionaje contra periodistas que somos críticos de su administración. Él lo ha negado repetidamente. Lo que el caso Pegasus nos revela es que más pronto que tarde se sabe la verdad.

Lo que es cierto es que Peña y López Obrador son parecidos en algo: siempre muy preocupados y muy pendientes de lo que digan y hagan los periodistas, pero totalmente ciegos a la corrupción en su propia casa.

historiasreportero@gmail.com

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