El presidente de México prometió que tendríamos un sistema de salud como en Dinamarca. En lo que llegamos, Netflix nos regala una mirada a ese país altamente desarrollado a través de un thriller político aleccionador, llamado Borgen (esta columna contiene varios spoilers).
En Borgen, el primer ministro de Dinamarca cae porque usó una tarjeta de crédito para comprarle una bolsa de lujo a su esposa y controlar así una emergencia médica por su condición mental. Tres mil euros el monto del mal uso de recursos (que no queda claro si son finalmente devueltos por el funcionario). Esos 65 mil pesos mal usados lo conducen —y eso parece natural para todos— a dejar el primer puesto del país.
En Borgen, el líder del Partido Verde danés decide dejar la política cuando se descubre que es dueño de un vehículo cubano de colección, que usa gasolina con plomo y contamina mucho. Es un coche clásico que el citado político usa como pasatiempo, pero la incongruencia resulta imperdonable. No hay asesinato, violación, robo ni desvío de recursos. Es una incongruencia la que lo orilla a renunciar a la política, y a todo mundo le parece lo lógico.
En Borgen, el esposo de la primera ministra acaba de obtener un empleo en una empresa que es subcontratista de un consorcio mayor al que el gobierno va a comprarle equipo para el Ejército. A una semana de estar en su nueva chamba, y aun cuando él no tuvo nada que ver en el lejano contrato, ella le exige renunciar porque el conflicto de interés le resulta insoportable. Ella prefiere echar por la borda su matrimonio antes que faltar a ese principio. Y a todo mundo le resulta normal.
Y todo esto, no lo olvidemos, es ficción. Puedo imaginar a los escritores de la serie “echándole más crema a los tacos”, subiéndole el tono, exagerando en asuntos para generar mayor morbo, mayor atracción, mayor audiencia.
Pero naveguemos de Borgen… a Bartlett. En la Dinamarca de López Obrador, un alto funcionario puede ser descubierto con 23 casas y 13 empresas que escondió durante su carrera política, y no pasa absolutamente nada. El alto funcionario dice que todo es de su pareja, el presidente lo respalda y sanseacabó. En la Dinamarca de López Obrador, dos hermanos del presidente pueden aparecer en distintos videos recibiendo dinero en efectivo y diciendo que son para la campaña del hoy primer mandatario, y es lo más normal. En la Dinamarca de López Obrador, su prima es contratista, su publicista recibe créditos millonarios de la banca estatal y su encargada de combatir la corrupción no tiene cómo explicar su riqueza. En la Dinamarca de López Obrador, hay 100 ejecuciones diarias, hay 500 mil muertos por la pandemia, hay 15 millones de pobres más y en el gobierno festejan que tres años después lograron resolver el problema de desabasto que ellos mismos generaron.
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