El presidente López Obrador lo ha querido todo, pero no lo ha conseguido todo. Sus desplantes autoritarios, su apetito por acaparar todo el poder y sus esfuerzos por aniquilar los contrapesos han despertado en muchas instituciones y sectores de la sociedad un ánimo de resistencia para defender los avances democráticos del país. Este 2021 ha sido una muestra de que sus deseos no son órdenes.
El mejor ejemplo es la Suprema Corte. Parecía que López Obrador la tenía bajo control, que la expulsión del ministro Medina Mora había generado miedo y sometimiento. La Corte parecía resignada a bailar al ritmo que le tocaran desde Palacio. Pero el presidente se excedió: siguió injuriando a los ministros, difamando al Poder Judicial en general y llegó al extremo de experimentar su propia reelección en la figura del presidente de la Corte. Ahí perdió todo lo que había ganado: los ministros se hartaron, se envalentonaron y, hoy, López Obrador tiene en la Corte una amplia mayoría… en contra.
Así, en este 2021, López Obrador quiso violar la Constitución con la extensión de mandato del presidente de la Corte. No pudo. Quiso violar la ley con su contrarreforma eléctrica. No pudo. Quiso tumbar a varios jueces que otorgan amparos en su contra. No pudo. Quiso el decretazo. No pudo. Ojalá no pueda el próximo año.
El presidente quiso aniquilar al INE. No pudo. Quiso desprestigiar al Instituto y a sus consejeros. No pudo: el INE tiene más popularidad que el propio AMLO. Quiso desaparecer a la oposición. No pudo: la oposición le arrebató la Ciudad de México y eso le pegó en el alma. El presidente quiso mantener su mayoría calificada en la Cámara de Diputados. No pudo. Quiso cooptar al PRI para romper la alianza opositora. No pudo, al menos en 2021.
También con base en la intimidación y el chantaje, tenía en la bolsa al tribunal electoral federal, pero de nuevo, abusó, y los magistrados mostraron su independencia. AMLO quiso que Salgado Macedonio fuera candidato. No pudo. Quiso que Morón fuera candidato. No pudo. Quiso imponer presidente en el propio tribunal. No pudo. Quiso mantener la sobrerrepresentación. No pudo.
El presidente quiso encarcelar a Ricardo Anaya. No pudo. Quiso encarcelar a más de treinta científicos. No pudo.
El presidente quiso mangonear al Banco de México. No pudo. Se quiso quedar con las reservas internacionales. No pudo. Quiso pasar una ley de divisas que abría la puerta al lavado de dinero. No pudo. Quiso que el SAT pudiera entrar a la casa de los contribuyentes. No pudo. Quiso nuestros datos biométricos. No pudo.
El presidente quiso acabar con la crítica en la prensa. No pudo. Hoy, algunos medios que empezaron el sexenio condescendientes, se han abierto a cuestionarlo; algunas voces que estuvieron entregadas a él, se animan en el sendero de la crítica. El presidente quiso arrinconar a la sociedad civil quitándole el financiamiento internacional que les da independencia a las organizaciones. No pudo: de la embajada estadounidense ya hicieron saber a la cancillería que ni siquiera van a responder a la carta que AMLO les mandó hace meses exigiendo un alto al financiamiento de las ONG que denuncian sus trapacerías.
Ojalá no hubiera estos embates. Pero ya que los hay, qué bueno que existe un músculo para resistir incluso el ejercicio abusivo del presidente más poderoso de los últimos tiempos. En muchos aspectos de la vida pública, la voluntad presidencial ha sido arrolladora. No en todos.