“Fue como estar en Irak cinco minutos”, así me describe la escena una mujer que vive a una cuadra del lugar donde intentaron matar al secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, Omar García Harfuch . Poco después de las 6:30 de la mañana de hoy, una de las zonas más exclusivas de la capital del país tuvo como despertador un combate con armas de alto poder entre la delincuencia organizada y la escolta del secretario.
Se cuentan con los dedos de una mano los funcionarios de alto nivel que trabajaron en el gobierno de Enrique Peña Nieto y que siguieron en el servicio público al entrar el presidente Andrés Manuel López Obrador. Omar García Harfuch es uno de ellos, y goza de buena aceptación en ambos lados de la galería.
El atentado en su contra es una muestra diáfana de que el crimen organizado se siente empoderado y se atreve a ir lejos para mandar un mensaje de poder:
Al cártel no le da miedo atentar contra un funcionario de alto perfil a quien cuidan elementos bien entrenados, bien equipados, bien armados, muchos de los cuales lo han acompañado por años en sus distintas tareas federales y locales relacionadas con el combate el crimen. Fuentes de la Cancillería me dicen que ya están trabajando con la Embajada de Estados Unidos para rastrear el origen del armamento pesado a través de lo que llaman “huella balística”.
Al cártel no le da miedo atacar en una zona de alta visibilidad, alto impacto mediático y frente a las cámaras de vigilancia: pleno Paseo de la Reforma en Las Lomas.
Al cártel no le da miedo asesinar en un sitio en el que está la sede del Ejército, de la Marina, de la Guardia Nacional, y que cuenta con la policía local más grande del país. La ONU recomienda 2.5 policías por cada 100 mil habitantes; la capital mexicana tiene 10 por cada 100 mil habitantes. Sumando todas las corporaciones, en ningún lugar de México hay más elementos.
Al cártel no le da miedo. Y ese es el mensaje: un alarde de poder, un desafío al gobierno federal.
Por las armas empleadas, por el tipo de planeación que revela el posicionamiento y cobertura de los atacantes, la evidencia de que estudiaron sus movimientos y protección, esta operación no parece ser la de una advertencia sino la de una clara intención de asesinar.
Un atentado de esta magnitud muestra que la amenaza a la seguridad es estructurada, poderosa y con recursos abundantes. Que el crimen organizado se siente con margen suficiente para hacer algo así. Y que no se le puede combatir con vaguedades, slogans, frases hechas, abrazos y mensajes cordiales desde Palacio Nacional.
Mientras el crimen se empodera, mientras la pandemia crece, mientras la economía se desploma, el presidente sigue extraviado en su verborrea politiquera.
SACIAMORBOS
Una mujer murió en el atentado. Pasaba por ahí. Viajaba de Toluca a la Ciudad de México para trabajar. La Comisión de Atención a Víctimas fue creada para atender a personas y familiares que son afectadas como ella.