“Lo que se mide se puede mejorar”, nos dice el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) en sus informes.
Me preocupa el estado de cosas en México.
Este sexenio inició el 1 de diciembre de 2018 con la promesa de una gran transformación y concluye el 30 de septiembre de 2024, hasta hoy con balances encontrados.
La elección presidencial será el 2 de junio de 2024, a sólo 15 meses de distancia. Ha iniciado el ciclo de mediciones y evaluaciones de los resultados de este gobierno.
El Informe de Evaluación de la Política de Desarrollo Social 2022 del Coneval toma como punto de partida el inicio del sexenio y concluye que han aumentado la pobreza, la pobreza extrema, e incluso la pobreza laboral —que sufren quienes no ganan lo suficiente para adquirir una canasta alimentaria— y la carencia de acceso a la seguridad social, que alcanza a más de la mitad de la población.
En economía, en salud, en seguridad pública, en acceso a la justicia e impunidad, las mediciones no dan para echar las campanas al vuelo.
En 2018-2024 la economía mexicana habrá registrado un crecimiento nulo medido por habitante. La ola de inversión que podría llegar a México enfrenta frenos por deficiencias en energía limpia, agua, infraestructura, logística y mano de obra… y certidumbre jurídica. Ojalá fueran esos los únicos obstáculos; ante la posible inversión de Tesla en México, el gobierno federal opera para que no se aterrice en un estado con gobernador no morenista, o para que su difusión no favorezca a la corcholata equivocada.
La destrucción del Seguro Popular y el fracaso del INSABI privatizaron la medicina, pues 15.5 millones de usuarios tuvieron que atenderse en 17 mil puestos contiguos a farmacias con médicos privados.
Sin embargo, salta a la vista una gran paradoja. El presidente de la República ha mantenido a lo largo de estos 51 meses un 60% de aprobación promedio, y una desaprobación de alrededor de 30% (https://oraculus.mx/aprobacion-presidencial/).
En una dimensión que con frecuencia se deja de lado por quienes viven con holgura, millones de mexicanos seguirán aprobando al presidente a pesar de quedarse corto en la transformación. Jóvenes en su primer empleo, madres solteras, estudiantes becados, abuelitos con un apoyo vital.
Aunque los datos duros muestren que la pobreza aumentó y la violencia no cede, el cristal de mira de muchos mexicanos difiere significativamente, como es natural en la pluralidad democrática.
Yo veo que el inventario nacional de lo militarizado avanza sin pausa, mientras la administración pública federal sufre un grave desmantelamiento. José Woldenberg nos recuerda (http://bit.ly/3EvnTty) que las transferencias monetarias no atienden las abismales fracturas sociales que marcan nuestra convivencia.
Me identifico con quienes desde hace décadas le hemos apostado a la equidad y la defensa de la democracia desde los movimientos populares, sociales y ciudadanos.
Sigo preocupado por las pulsiones de regresión autoritaria desde el gobierno mismo contra las autoridades electorales, el poder judicial, y los órganos autónomos, entre otros.
Y este domingo 26 de febrero me ocuparé en marchar en el Zócalo de la CDMX con mis colegas del CIDE, con mis compañeros de @AHORA, con amigos de toda la vida.