En 2016, la consultora texana Vía Novo preguntó a distintos interlocutores estadounidenses: Cuando usted piensa en México, ¿cuáles son las tres primeras palabras que le vienen a la mente?
El resultado fue devastador. Las palabras más repetidas formaron una ola arrolladora: drogas, corrupción, pobreza, cárteles, crimen, inseguridad.
Quienes han visitado México añaden expresiones favorables: tacos, vacaciones, playas, cultura, amistoso. Y quienes han visto trabajar a los mexicanos en Estados Unidos se prodigan en elogios: “Pedro y Aurora, su familia, y la gente de su pueblo en Michoacán son increíbles: trabajan de manera muy dedicada, son honestos, respetuosos, y desde hace veinte años regresan cada año a laborar con nosotros. Son casi parte de nuestra familia”.
Si revisamos la cobertura de la prensa mexicana sobre la migración centroamericana, las palabras más reiteradas también son muy negativas: ilegales, pandillas, peligro, robo, pandemia, contagio.
Está demostrado que cuando conocemos a las personas de quienes hablamos, el tono cambia muy favorablemente.
Resalto el caso de los Jóvenes Promesas (www.jovenespromesas.net), un grupo de 12 estudiantes centroamericanos que en 2018 llegaron a Puebla procedentes de Guatemala, El Salvador y Honduras a cursar su bachillerato técnico en planteles del Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica, el Conalep.
Ellos cursaron la secundaria en escuelas de Fe y Alegría, el movimiento de educación popular integral y promoción social fundado por los jesuitas. Varios se encontraban en situaciones de riesgo por amenazas de maras y pandillas, y solicitaron una beca para estudiar en México. En cada caso, serían los primeros integrantes de sus respectivas familias en estudiar el bachillerato.
Se inscribieron en carreras técnicas como mantenimiento automotriz, informática, alimentos y bebidas, máquinas y herramientas, química industrial, y electromecánica industrial. El resultado en términos académicos, sociales y culturales fue extremadamente positivo. Los estudiantes centroamericanos pronto se colocaron en los primeros lugares en aprovechamiento. Sus profesores se mostraron gratamente sorprendidos: de Centroamérica nos llegaron estudiantes sobresalientes con grandes capacidades de liderazgo, que respondieron muy positivamente cuando se les dio una oportunidad.
Una iniciativa piloto a pequeña escala permitió a los estudiantes encontrar el sentido profundo de su educación: asomarse al futuro. Se convirtió en la simiente de lo que podría ser un nuevo modelo de cooperación educativa sur-sur, de pueblo a pueblo, que tiene su columna vertebral en una perspectiva multisectorial, que incorpora a gobiernos, organismos multilaterales, familias de envío y acogida, instituciones educativas y organismos de sociedad civil en los ámbitos local, nacional e internacional.
Ese es el punto de encuentro de la OCDE con los jesuitas: poner la dignidad y el respeto a las personas en el centro de las políticas públicas. Combinar los postulados sobre la productividad con los de la inclusión, la justicia y la cohesión social. Invertir en nuestra gente, para el crecimiento personal, para multiplicar sus capacidades de generar valor económico, social, y cultural. No dejar a nadie afuera y a nadie atrás.
Profesor asociado en el CIDE.
@Carlos_Tampico