“Indio cochino”, “cholo asqueroso”, “no sirves para nada” y expresiones similares han sido habituales durante décadas, por no decir a lo largo de los siglos.
Muchos entre la élite blanca de la capital y de las grandes ciudades lo ven como algo “natural”, “normal”, que “así ha sido siempre”.
Hoy me refiero al Perú, pero podemos hablar de cualquier país de América Latina: de la región andina, de México, del altiplano guatemalteco.
No basta con remitirnos a los orígenes, a la conquista española, para entender las causas de raíz de estas conductas discriminatorias, como lo evidencia la ronda revisionista que presentan distintos historiadores en ‘El mito de la Conquista’, en la edición de la revista Nexos correspondiente a agosto de 2021.
Pedro Castillo, un maestro de escuela rural, juró como presidente de la república del Perú el 28 de julio. Se consumaron las peores pesadillas de Mario Vargas Llosa y de otros conspicuos personajes de la élite peruana: un campesino llega a la silla presidencial.
Un detalle que no es menor: la apariencia física de Castillo es muy similar a la de la mayoría de los peruanos. Sin embargo, resulta absolutamente excepcional para las cúpulas de la política y del empresariado peruano, cuyas familias se han turnado el poder desde hace siglos.
Más allá de lo excepcional, para buena parte de las élites peruanas la elección de Castillo es producto de ocurrencias, caprichos e ideologías anacrónicas.
La ciencia política necesita investigar más a fondo la pregunta: ¿Por qué numerosos electores sufragan de manera tal que las élites describen como un voto irracional?
Los votantes peruanos no están solos. Evoco a los electores que favorecieron el Brexit, que hoy se revela costosísimo para el Reino Unido. Traigo a colación el 46.8% de los estadounidenses que votó por Trump en 2020 después de cuatro años de mentiras, misoginia, y desconocimiento de la ciencia del inquilino de la Casa Blanca. Cito a los electores mexicanos que otorgaron mayoría simple en la Cámara de Diputados y 11 de 15 gubernaturas al presidente López Obrador y su partido Morena, aun si en la primera mitad de su gobierno la economía ha caído, y la violencia ha aumentado.
Parecería que entran en juego los soportes emocionales, con mucho mayor peso que la dimensión racional.
Quizá los electores valoran más sentirse oídos, escuchados, atendidos, en vez de olvidados, despreciados y discriminados. Y subrayo “sentirse” aunque los hechos muestren otra cosa: hoy se sabe con base en cifras oficiales de la Encuesta Nacional Ingreso-Gasto de los Hogares (ENIGH) que en 2020 los programas sociales de este gobierno llegaron al 35% de los hogares más pobres, mientras que en 2016 la ayuda social llegaba al 61% de estos hogares.
De cualquier manera, hay que decirlo, las perspectivas de movilidad social ascendente muy raramente se materializan para las grandes mayorías.
No sé si Pedro Castillo será un buen o un mal presidente del Perú, pero me queda clara una cosa: la sociedad peruana está viviendo una sacudida mayúscula.
Es muy temprano para hacer vaticinios. Por supuesto, la extracción étnica, social y cultural no garantiza que persona alguna sea un buen gobernante.
Espero también que esa sacudida contribuya a que las personas sean tratadas con dignidad y respeto, de acuerdo con las leyes y con su conducta, independientemente de su aspecto físico o su extracción social.
Profesor asociado en el CIDE. @Carlos_Tampico