La relación bilateral entre México y Estados Unidos es demasiado delicada para dejarla sólo en manos de los presidentes. Suena repetitivo, pero hay que reiterarlo.

Los mexicanos de aquí carecemos de una estrategia para sumar fuerzas con los mexicanos de allá y con los mexicano-americanos para su agenda en Estados Unidos.

Durante décadas, para las cúpulas económicas y políticas mexicanas la tentación ha sido: lo importante es hablar con los güeros —pues allá mandan los anglosajones. Y si de Washington nos mandan un enviado mexicano-americano, pues ese si nos va a apretar, porque tienen que demostrar que son más papistas que el Papa.

En la visita presidencial a Washington el 8 de julio de 2020, no estuvo presente representante alguno de las comunidades mexicanas en Estados Unidos, ni de los estadounidenses de origen mexicano. Pero sí llevaron a la Casa Blanca a un hombre que tiene antecedentes negativos con la Securities and Exchange Commission, y que debe miles de millones de pesos al Servicio de Administración Tributaria (SAT).

Pregunté por qué esa omisión. Arguyeron que el protocolo, que los anfitriones tenían que aprobar la lista, y que ya habría otra oportunidad de que el presidente hablara con los mexicanos en Estados Unidos.

Quienes hoy definen las tendencias globales que están cambiando a EU y al mundo son Amazon, Apple, Google, Microsoft, Facebook. General Motors acaba de anunciar que a partir de 2035 no fabricará más autos de gasolina, lo que va a reconfigurar la economía, con enormes implicaciones ambientales y energéticas.

En EU, latinos y mexicanoamericanos no han logrado equiparar su peso electoral con su peso demográfico, pero su impacto en la economía es creciente: los primeros representan 12.7% del PIB estadounidense, mientras que los segundos son dos tercios de esa rebanada del pastel.

Además los paisanos enviaron en 2020 a sus familias 40 mil millones de dólares, o 3.8% del PIB mexicano. Otro actor muy dinámico son los jóvenes DACA nacidos en México -que allá con Biden tienen ruta abierta a la ciudadanía- así como los que han sido deportados o retornados a México en medio de nuestra indiferencia.

La gran mayoría de los mexicanos de aquí y de allá sentimos un alivio de que se fuera Trump y llegara Biden. Imagen espejo: en julio de 2020, 75 por ciento de los mexicanos que vivimos en México reprobamos a Trump (Gallup); y cien días después, 74 por ciento de los estadounidenses de origen mexicano votaron por Biden (FiveThirtyEight).

Haya o no entendimiento personal entre los mandatarios, con el gobierno del presidente Biden la relación bilateral será institucional. El trabajo de nuestra embajada, la red consular y el Instituto de los Mexicanos en el Exterior con nuestras comunidades está referido a asuntos en México.

Los gobiernos son imprescindibles, pero cuando se vuelven omisos, entonces distintos sectores de la sociedad se apropian de roles previamente considerados como exclusivo dominio de actores gubernamentales.

A esto se le llama diplomacia ciudadana: buscar de manera conjunta objetivos de incidencia política, como la defensa del medioambiente, de los derechos humanos, de los derechos laborales, es decir, de la democracia en nuestros dos países.

P.D. Para nuestra embajadora Martha Bárcena, mi reconocimiento y afecto.

Profesor asociado en el CIDE
@Carlos_Tampico

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