‘Vamos a invertir primero en educación, segundo en educación, y tercero en educación. A un pueblo educado es muy difícil que lo engañen los corruptos y mentirosos’. José (Pepe) Mujica, presidente de Uruguay, 2010-2015.

¿Más claro o así? En septiembre se estrenó en PrimeVideo la película ‘A millones de kilómetros’, sobre el astronauta estadunidense de origen mexicano, José M. Hernández, protagonizada por Michael Peña. José nació en Stockton, California, a donde su familia se trasladaba desde La Piedad, Michoacán, para trabajar cada año en la cosecha de fresas y pepinos.

‘Mamá, ¿para qué sirven las estrellas?’ preguntaba José de niño. Su tenacidad lo llevó a transitar de peón agrícola a la escuela de ingeniería, donde le aplicaron el perfilamiento racial –a primera vista lo tomaban por un trabajador de limpia. Su sueño era ingresar a la NASA, la agencia espacial estadunidense, que lo rechazó en 12 ocasiones, hasta que finalmente fue aceptado y en 2009 realizó su primer viaje al espacio sideral. Como reconocimiento a su trayectoria profesional, fue nombrado consejero en la Universidad de California.

Está por llegar a las pantallas la película ‘Radical’, una producción de ViX, protagonizada por Eugenio Derbez. La película está inspirada en un artículo de la revista Wired (https://www.wired.com/2013/10/free-thinkers/) y tiene como tema la canción ‘Espacio sideral’, de Jesse & Joy (https://youtu.be/BuY7HYSDoTM).

Trata de cómo Sergio Juárez, un profesor de sexto de primaria estimuló el aprendizaje de sus alumnos con técnicas docentes innovadoras.

Su más brillante alumna, Paloma Noyola, vivía con su papá, un pepenador de basura en un tiradero de Matamoros, Tamaulipas. La historia tiene lugar en un contexto de narcopolítica -que sumergió a Tamaulipas en una incesable ola de violencia- la cual persiste hasta hoy en el centro y norte de la entidad.

Paloma reconstruye un viejo telescopio que encontró en la basura y desde la cima del tiradero, puede observar al otro lado del río Bravo, en Boca Chica, Texas, el puerto espacial Starbase, construido por Elon Musk para el lanzamiento de los cohetes SpaceX.

Ambas historias tienen en común que Paloma y José fueron estudiantes de excelencia a pesar del destino ineludible que México ofrece a los estudiantes pobres: una pobre educación. Los logros del ‘astronauta michoacano’ y de ‘la brillante estudiante tamaulipeca’ son mucho más el producto del talento y del esfuerzo personal y familiar, que del apoyo gubernamental o institucional.

Total, las autoridades educativas ni prisa tienen: diez años después de publicada su historia, la escuela de Sergio, Paloma y sus condiscípulos sigue sin una conexión segura y confiable a Internet.

En México vivimos una regresión educativa, que hace perder su tiempo a niños y jóvenes, quienes son rehenes del abandono escolar, las condiciones precarias de operación y los pactos corporativos políticos y clientelares del gobierno federal. Como lo ha señalado Manuel Gil Antón (https://is.gd/k9YKtB), seguimos atorados en reformas educativas que conciben al maestro como objeto y se aproximan a los contextos sociales con base en propaganda.

El reto está justamente en ampliar las oportunidades e incrementar los ambientes de aprendizaje: una educación que libere el potencial de las niñas y niños de México y los prepare para los desafíos del siglo XXI.

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