El gobierno mexicano quedó completamente al margen en el operativo por el cual el gobierno estadounidense condujo la ‘extracción’ de Ismael Zambada García desde México y su arresto en Santa Teresa, Nuevo México.

El operativo fue coordinado por la Agencia de Investigación del Departamento de Seguridad Nacional (HSI) y por el Buró Federal de Investigaciones (FBI).

Las autoridades mexicanas han tratado de explicar lo inexplicable. El gobierno de EU sólo les informó de la operación secreta una vez que tenía bajo su custodia a Zambada y a Joaquín Guzmán López. La pregunta retórica del presidente a sus críticos: ¿dónde estaban cuando…?, se dirige hoy a la secretaría de seguridad, a las fuerzas armadas, a las agencias de inteligencia civiles y militares, al gobierno de Sonora, que dejaron a su jefe máximo en el vacío.

La relación bilateral con México se subordina a ‘la seguridad nacional y los valores’ de EU, dice Washington; así, la política de drogas, la política migratoria, y la política comercial son de seguridad nacional.

Desde la óptica de Washington, la ‘extracción’ puso en evidencia la cadena de complicidades y el fracaso de la permisividad o no confrontación del actual gobierno de México contra algunos capos de las bandas criminales. Estalló en mil pedazos la retórica sobre la cooperación y el entendimiento con el vecino del norte.

Demócratas y republicanos convergen sobre seguridad nacional: ambos apuntan contra México. Los republicanos trumpistas, incluido J.D. Vance, candidato a vicepresidente con Donald Trump, han llamado a incursiones ‘quirúrgicas’ en México para ir por los capos del narcotráfico. La paradoja es que el operativo contra Zambada -haya sido captura o entrega- se hizo bajo el gobierno del presidente demócrata Joe Biden.

Con Washington siempre está presente la arrogancia del poder, y en este caso una doble hipocresía.

La pista del dinero. Hay quien sostiene que son los mexicanos y únicamente los mexicanos quienes controlan los laboratorios, el transporte, la internación transfronteriza, la venta y el lavado del dinero del tráfico de fentanilo. Cuando le pregunté a un muy alto funcionario estadounidense en los ámbitos de seguridad e inteligencia, hoy retirado, si había ciudadanos estadounidenses involucrados en estas cadenas de suministro, respondió socarronamente: ‘quizá algunos mexicanoamericanos’.

El enorme mercado de consumo irrefrenable de fentanilo está en EU. La industria farmacéutica estadounidense indujo la epidemia de los opiáceos, pero los responsables han comprado su impunidad. Dos de las ciudades con ma yor registro de muertes por fentanilo son Cleveland y Columbus, en Ohio, estado de origen de J.D. Vance.

El establishment político, militar y de seguridad nacional estadounidense ha convertido la ‘guerra contra las drogas’ en un campo de batalla político contra México. Imagine usted los decibeles del enojo en Palacio Nacional por esta ‘extracción’ que deja en el vacío al gobierno mexicano. Vaya despedida para AMLO.

Los gobiernos de EU y México enfrentan a un enemigo común -las organizaciones criminales- pero desconfían uno del otro. El mercado sigue boyante allá y no bajará la violencia acá. Viene el reacomodo entre cárteles, justo cuando nuestro país más necesita la paz y la recuperación del control territorial. Vaya bienvenida para CSP.

Profesor asociado en el CIDE. @Carlos_Tampico

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