La designación de Alicia Bárcena como nueva titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) es muy bienvenida. Es una profesional de enorme experiencia, con una red de contactos al más alto nivel en todo el mundo.
Durante sus 14 años (2008-2022) al frente de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) Alicia fue una entusiasta promotora —desde una perspectiva progresista— de temas como globalización, desarrollo y ciudadanía; la igualdad en el centro del desarrollo sostenible; y la transformación del modelo de desarrollo en uno más productivo, inclusivo y sostenible.
Sin embargo, los quince meses (julio 2023 a septiembre de 2024) en que estará en el cargo prometen ser turbulentos.
Nadie discute que es el Presidente de México quien decide y conduce la política exterior. El dilema surge cuando el encargo se sobrepone al cargo: cuando decisiones de facto se imponen por encima de la legislación, o cuando las acciones contradicen las promesas del propio gobierno. Me explico:
El decreto presidencial del 19 de septiembre de 2019 (https://rb.gy/jz0zf) pone el mando en materia migratoria en el secretario de Relaciones Exteriores, aunque por ley le corresponde a la Secretaría de Gobernación. A petición de AMLO, Bárcena como titular de CEPAL elaboró en 2019 el Plan de Desarrollo Integral (PDI) para el sureste de México, Guatemala, El Salvador y Honduras. El PDI no se proponía detener la migración, sino cambiar el estilo de desarrollo para procurar el bienestar de las poblaciones. Aun cuando su retórica indicara lo contrario, el gobierno actual ha instrumentado la contención migratoria militarizada, para complacer a Trump y luego a Biden. ¿Continuará el pragmatismo político?
La ruta a las elecciones presidenciales en Estados Unidos (5 noviembre 2024) es un campo minado. Congresistas y senadores republicanos acusarán una y otra vez a México de poner en riesgo su seguridad nacional por el fentanilo y la migración. A su vez, AMLO seguirá escribiendo a mandatarios extranjeros, con mensajes que hará públicos sin pasar por el escritorio de la canciller y que podrían contradecir las comunicaciones que discurren discretamente por los conductos protocolarios formales.
Durante su campaña AMLO escribió un libro en defensa de los derechos de los migrantes mexicanos en EU. Como presidente ha viajado a ese país cuatro veces, pero no se ha reunido con la diáspora mexicana, ni los invitó a México para hablar con ellos. Se acaba el sexenio, y las comunidades no están precisamente jubilosas de que desde Palacio Nacional les giren instrucciones para votar de tal manera en EU, o de que el gobierno mexicano se cuelgue medallas por las remesas, cuando a ellos AMLO los tiene en el abandono y el olvido.
Las embajadas son una representación permanente del Estado mexicano ante el gobierno de otro país. En el actual gobierno se han usado embajadas o consulados para ‘premiar’ a gobernadores de oposición que dejaron el camino libre para la victoria de los candidatos de Morena.
La nueva canciller escribió: ‘Con enorme responsabilidad, honor y compromiso recibo su encargo para encabezar la @SRE_mx, orgullo del Estado mexicano y puntal del proyecto transformador, digno e igualitario de la 4T’ (https://rb.gy/e0hh8). En un renglón se resume su dilema: ¿representará al Estado mexicano o al proyecto político-partidista del presidente?