Es muy fuerte el contraste entre el discurso que pinta a América del Norte como ‘la región más competitiva del mundo’, y la realidad política en México, Estados Unidos y Canadá, que acota a los gobiernos entre las convulsiones y el inmovilismo.
Si China, Rusia y Europa están emproblemadas con guerras comerciales y guerras territoriales, parecería que América del Norte tiene el camino libre hacia adelante.
La cruda realidad, sin embargo, dista de ese panorama optimista. Aun cuando el potencial es enorme en acción climática, seguridad energética, producción compartida, e innovación tecnológica, los diferendos entre gobiernos, las políticas equivocadas y las dificultades políticas internas parecen obstáculos insalvables.
La disputa energética entre Washington y Ottawa, por un lado, preconizando energías limpias y México impulsando en contraposición energías fósiles, nos ha colocado en la antesala de un panel cuyas sanciones podrían ser muy costosas para México y provocar mayor inestabilidad y migración hacia el norte.
Sin disponibilidad de energía limpia y sustentable, y de infraestructura carretera, ferroviaria, portuaria, aeroportuaria y de telecomunicaciones, los planes regionales de inversión son castillos en el aire.
A Biden y los demócratas les fue mejor que lo esperado en las elecciones intermedias, pero la mayoría republicana en la Cámara de Representantes ya empezó pesquisas sobre los negocios de Hunter Biden, hijo del presidente, en Ucrania y en China.
A su vez, Trudeau reitera una y otra vez que los pactos son para cumplirlos, acatando sus reglas y operando dentro de su marco jurídico. Él está viendo hacia el futuro: en el liderazgo político del Partido Liberal y del gobierno canadiense figuran mujeres con un gran desempeño en sus respectivas carteras. Me refiero a Chrystia Freeland, su viceprimera ministra y ministra de finanzas; Mélanie Joly, su ministra de asuntos internacionales; y Mary Ng, ministra de Comercio Internacional, Promoción de Exportaciones, Pequeñas Empresas y Desarrollo Económico.
Biden obtuvo de México las concesiones que necesitaba incluso antes de iniciada la Cumbre: 1) Recibir mensualmente a 30 mil deportados cubanos, nicaragüenses, venezolanos y haitianos rechazados por EU. La migración de mexicanos sin papeles a EU aumentó 200 por ciento entre 2019 y 2022. 2) Capturar a Ovidio Guzmán, hijo del ‘Chapo’, cuya organización controla buena parte del tráfico de fentanilo hacia el mercado de nuestro vecino del norte.
En 2024 ambos países tendrán elecciones presidenciales: México el 2 de junio y Estados Unidos el 5 de noviembre. En ambos países se registran ataques a la democracia; allá el asalto al Capitolio y el caos republicano; aquí la amenaza de desaparecer al INE y la retórica del Presidente de la república contra la Suprema Corte de Justicia.
El mecanismo de las Cumbres de Líderes es insustituible, pero México tendrá que aceptar que la mera vecindad geográfica es de lejos insuficiente. Hemos transitado del libre comercio a la producción compartida. Ahora necesitamos avanzar de manera conjunta hacia una plataforma norteamericana de logística e innovación y de movilidad laboral, que multiplique las oportunidades para empresas y trabajadores de cada país, con el fin último de alcanzar una mayor cohesión económica y social.