La inflación anual llegó a 7.6 en abril. Es preocupante, la inflación en México no era tan alta desde 2001.

No es un fenómeno nacional. La inflación de marzo en Estados Unidos es la más alta desde 1981. Como se ha dicho innumerables veces, pero siempre hay alguien que no está escuchando, lo repito: con inflación alta el dinero pierde su valor y a todos nos alcanza para menos, aunque los más afectados son los que menos tienen.

Inicialmente parecía que el incremento de la inflación se debía al impacto del confinamiento en las cadenas de suministro. Las empresas recortaron su producción significativamente en vistas del encierro. Esto fue un choque de oferta, es decir, afectó el PIB potencial. Menos productos en oferta, cuando los consumidores empiezan a reactivar su consumo, conduce a un efecto embudo: las empresas intentan aumentar su producción para satisfacer la demanda, pero no pueden hacerlo de inmediato, así que, temporalmente, suben los precios.

La clave aquí es temporalmente. Precios altos hacen que las empresas aumenten su producción y poco a poco se ajustan a la cantidad demandada, así que los precios otra vez bajan. Es cierto que el choque de oferta (id est, el confinamiento) produjo inflación en el corto plazo, pero un choque de oferta negativo no solo aumenta la inflación, sino que reduce el crecimiento del PIB real. Sin embargo, el PIB real está creciendo desde el tercer cuarto de 2020 y prácticamente ya en niveles pre-pandemia. Es decir, la producción está recuperándose, pero los precios no bajan.

Resumen: el confinamiento por la pandemia no explica los niveles de inflación que estamos viendo. Banxico actuó bien al inicio de la pandemia: redujo la tasa de interés en todas las decisiones de 2020, porque ante un choque temporal negativo de oferta contraer la oferta monetaria daña a la sociedad. Pero mantuvieron esa política expansiva demasiado tiempo. Banxico subió la tasa de interés por primera vez hasta junio de 2021, pero la inflación en México tenía una tendencia claramente creciente desde enero de ese año. Es decir, les tomó seis meses a los miembros de la junta de gobierno darse cuenta de lo que un estudiante del primer curso de macroeconomía habría detectado en unos segundos. En mayo de 2021 Banxico dejó la tasa sin cambios, aún cuando los datos de abril ya mostraban una inflación superior al 6 por ciento con respecto al año previo. La política monetaria fue demasiado expansiva.

Ahora tenemos las consecuencias. Claro que México no está solo. Estados Unidos, ya lo dije, está en el mismo camino, y acaso en uno peor. El plan de estímulo fiscal de Biden -aprobado en marzo de 2021- es de 1.9 billones de dólares. (Afortunadamente nada comparable se hizo en México durante 2021.) Algunos creen que ese paquete enorme de estímulo fiscal está detrás de los niveles alarmantes de inflación, pero es falso. Sabemos que la política monetaria domina en el PIB nominal y en la inflación. Para quienes no lo creen, recuerden que en 1968 el gobierno gringo incrementó los ingresos y puso orden en las finanzas públicas, pero la inflación siguió subiendo, porque el banco central continuó con una política monetaria expansiva. En cambio, aunque el déficit incrementó rápidamente con Reagan, la inflación bajó, porque el banco central restringió la oferta monetaria, protegió a los ciudadanos gringos.

El banco central, ya lo dijo Friedman, es como un termostato. Uno bueno regula la temperatura de la casa de manera que compense con la temperatura exterior. Si hace mucho calor, enfría, si está nevando, calienta. Banxico no está siendo un buen termostato en este momento. Los ridículos planes de austeridad de Manuelito no van a contener la inflación, y el panorama es desalentador: William Luther -profesor de economía en la universidad Florida Atlantic- ya mostró evidencia de que los mercados de bonos esperan una inflación arriba del tres por ciento en los próximos cinco años. Banxico tiene que volver a ser un buen termostato, y para eso hay que subir -aún más- la tasa.

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