A veces uno no sabe de qué escribir. Pasa que uno se sienta frente a la pantalla, se obliga a apretar algunas teclas y las deja. No es difícil, es impotencia la que se siente. No enoja, decepciona. El que quiere escribir espera que después de la primera piedra que es su voluntad surja un río, si no descontrolado a la manera de una necesidad, sí uno cuyo cause indique que es seguro nadarlo, confiarse a sus olas, divertirse en sus riberas a ratos solo para volver a su mansa profundidad.

En esos momentos en que quieres escribir y no puedes (no sé si poder sea el verbo adecuado), en esos momentos en que las palabras no encajan unas con otras, sientes que nada pasa. La vida, así, uno siente, está toda en las palabras. Lo que no entra en mis textos no es que no exista, es que no sucede. Solo aquello que enuncio me pertenece, me enorgullece.

Del bloqueo del escritor (y bloqueo del artista) se habla mucho. La falta de ideas, la incapacidad para generar algo. Ales junto a la hoguera, la última novela publicada en español del noruego (y premio Nobel) Jon Fosse, es una gran meditación sobre ese bloqueo. (Aclaro: no es su novela más reciente, pero sí la traducida al español más recientemente).

Cumpliré con dar la sinopsis: Signe está en su casa recordando el momento en que su marido, Ales, salió a dar un paseo por el lago y nunca volvió. Esa rememoración dura de principio a fin: ciento siete páginas.

La novela es gris, pero nunca asfixiante. El lector todo el tiempo se siente en el invierno nórdico, donde no sale el sol y cualquier momento bien podría ser las siete de la mañana o las siete de la noche. Es solitario: la pareja no tiene descendencia y, sin que el narrador lo indique, nos situamos en un paisaje con poquísimas casas (acaso la de Ales y Signe sea la única en muchos kilómetros) donde el eco de un grito lo escucharán antes los dioses que los hombres. Signe se mueve por la casa; refraseo: se mueve por sus recuerdos de la casa, en el camino hacia el lago, las vistas de la neblina, del paisaje, de la pequeña barca, de los orígenes de esa barca, de su relación con Ales, su laconismo, sus inexplicables motivaciones.

En la novela le alcanza Fosse para trazar el paralelo entre la desaparición de Ales y la muerte de un niño ahogado en el mismo lago, parte de su ascendencia. Tengo que volver a refrasear. No lo hago por un olvido, sino debido al efecto de la prosa de Fosse, donde los puntos son casi inexistentes. La consecuencia es que las cosas se transforman frente a nosotros, sin puntos de inflexión. (Aventuro una propuesta: hablar de un texto en la misma forma en que está escrito). El paralelismo de ambas muertes acaba por dejar de hacer relevante el que me refiera a ellas como ‘ambas’. Las dos muertes son la misma. Sin embargo, no es un texto oscuro, al menos no en el sentido en que se situaría en el género de terror, o de suspenso. En la novela de Fosse los hechos no son, sino solo en la medida en que están en movimiento. Así, el niño muerto no es un niño muerto, sino alguien que está por convertirse en otra cosa.

Una lectura de botepronto concluiría que Ales junto a la hoguera es un libro sobre la quietud. Hay, a primera vista, razones para sustentarlo: Signe pensando en lo que pasó dos décadas antes, sola, en

medio de la nada, reelaborando el recuerdo múltiples veces, desde distintas tomas; la repetición de frases, de giros léxicos, de preocupaciones; el lago en completa calma que no revela secretos. Es una visión errada. Ales junto a la hoguera es una novela sobre el movimiento. Es el testamento de que, sin importar lo que pase allá afuera, el movimiento ocurre dentro de nosotros, en todo instante. Signe perfecciona la capacidad de moverse mientras está quieta en su casa, contemplando la ventana que alguna vez vio también Ales.

Aseveré que Ales junto a la hoguera era una meditación sobre el bloqueo artístico y después no volví a mencionarlo. No he citado ningún pasaje donde Fosse hable de ese bloqueo (porque no lo hay), no he dado cuenta de algún momento en que Signe se enfrente a algún bloqueo (porque tampoco lo hay). Digo que Fosse medita sobre ese bloqueo porque, frente a la tristeza e impotencia que Signe siente al recordar a su marido, que nunca volverá, muestra la riqueza de esa misma tristeza e impotencia, y la vuelve un libro. En 1971 Borges cerró un ciclo de seminarios en la Universidad de Columbia diciendo que en la literatura “lo que importa es lo que no queda dicho, o lo que puede ser leído entre líneas”. Fosse, entonces, enseña entre líneas que no saber de qué escribir es también un gran tema sobre el cual escribir.

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