En medio de una pandemia y de una grave -muy grave- crisis económica provocada por la respuesta gubernamental, conviene recordar algunas enseñanzas de Friedrich Hayek. En particular de un ensayo, The use of knowledge in society (El rol del conocimiento en la sociedad):
1.- El conocimiento importa. De hecho, no solo importa, sino que es la cuestión económica fundamental. Usualmente se formula el problema de una economía como la tarea de encontrar la mejor forma de asignar los recursos. Pero ninguna persona sola, ni un grupo de economistas, ni consejos de expertos multidisciplinarios pueden resolverlo. La razón es simple en extremo: para poder administrar recursos uno tiene que empezar por saber con qué recursos cuenta. El problema es que nadie tiene el conocimiento pleno de los recursos que existen en la sociedad (cualquiera que nombren). Justo por eso necesitamos libertad. Un gobierno paternalista que pretenda saber en todo momento lo que le conviene más a sus ciudadanos los perjudicará. Si alguien (o un grupo de personas) supiera con exactitud todo sobre los recursos de la sociedad la pandemia hubiera sido un problema menor, o ya viviríamos en Utopía. Y esto lleva al siguiente punto.
2.- El conocimiento está disperso. Nadie tiene la panacea para resolver nuestros problemas porque nadie tiene todo el conocimiento. Podemos pensar el conocimiento como el dinero: está desperdigado a lo largo y ancho del orbe, entre los individuos que lo habitan; unos poseen más y otros menos. Entonces también podemos hablar de cierta distribución del conocimiento. Empero, el conocimiento no es homogéneo, así que tendríamos que hablar de una distribución del conocimiento en biología, en literatura, en matemáticas, etcétera… El problema económico se vuelve el de cómo hacer que los recursos que conoce y/o posee cada individuo se utilicen de la mejor forma, es decir, es un problema fragmentado que no puede resolver ninguna sección de la sociedad. Solo la sociedad completita puede hacerlo, y aún esta no puede ponerle punto final como a una carta y olvidarlo. El problema económico se tiene que resolver a diario. Claro que el conocimiento se puede juntar, y es benéfico para la sociedad: en marzo de 2020, cuando Inglaterra decretó el confinamiento, The Guardian aseguraba -citando a epidemiólogos- que no habría vacuna antes del verano de 2021; según decían era “imposible”. Hace casi un mes la primera mujer fue vacunada en Inglaterra. Aplican dos enseñanzas de la sabiduría popular: dos cabezas piensan mejor que una (y miles mejor que dos) y con dinero baila el perro (los incentivos importan).
3.- Hay conocimiento fuera del conocimiento teórico (también mal llamado conocimiento científico). Sin importar maestrías y doctorados, toda persona tiene una ventaja relativa en el conocimiento de su entorno, que se debe al conocimiento de las circunstancias particularísimas de su espacio y su tiempo. Ninguna otra persona lo posee. Desde el hombre que cultiva maíz hasta el poeta ermitaño en su habitación, nadie conoce mejor que ellos su situación. Es una de las razones que motiva la existencia de distintos niveles de gobierno: aquel que está más cerca de la situación tiene la mejor posición para decidir, lo que en inglés es dejárselo al “man on the spot”.
4.- El problema económico surge del cambio. Como explica Hayek, es siempre solo a consecuencia del cambio que hay problemas económicos. Y lo podríamos extender al resto de la vida: sin cambios no hay broncas (ni diversión). Si las cosas se mantuvieran igual el asunto consistiría en tomar la mejor decisión una vez y repetirla ad infinitum…Todos tendríamos la vida resuelta. Afortunadamente el asunto es más interesante.
Las enseñanzas de Hayek dejan clara la complejidad de la vida en sociedad, pero también arrojan luz sobre asuntos prácticos. Verbigracia, si nadie tiene el conocimiento completo es cándido pensar que el gobierno mexicano nos vacunará eficazmente. La ineptitud ya se mostró hace unos días: el gobierno dijo en noviembre que en diciembre vacunarían a 2.6 millones de personas. El 28 de diciembre apenas habían vacunado a 9 mil 500. Un chiste. A ese ritmo (somos casi 130 millones, hagan sus cuentas) tardaríamos siglos en salir de la contingencia. Por supuesto que las primeras vacunas se deben destinar a los grupos más vulnerables, y el gobierno debe darla de forma gratuita, pero tan pronto como la población de riesgo esté vacunada debe entrar la iniciativa privada. Primero por los incentivos: un burócrata filisteo no tiene motivos para actuar rápido. Las farmacéuticas, en cambio, se están jugando las ganancias si llegan tarde a un lugar donde se necesitan vacunas. Y esto no solo beneficia a la gente con la posibilidad de comprarla. Hay una gran externalidad positiva: entre más personas se vacunen más rápido acaba la pandemia, y eso nos conviene a todos, en especial a los más depauperados, que son los grandes perdedores de esta recesión.