La inversión en construcción no residencial en México es hoy casi 50% más alta que antes de la pandemia. Este boom en la construcción ha ayudado a la economía mexicana a salir de un relativo estancamiento que sufrió en los tres años posteriores a 2018. En 2022 crecimos 4.5% y 2.4% en 2023.

Desde el inicio de la pandemia el valor real agregado en la construcción ha aumentado más de 15% y alrededor de 6% en el sector manufacturero, en gran medida porque México se ha beneficiado de la guerra comercial de EU con China.

Los dividendos de esto ya se ven. En 2023 las exportaciones netas de bienes mexicanos llegaron a un récord histórico de 225 mil millones de dólares, a pesar de que las importaciones de gas natural de EU han incrementado. El miedo es que México esté siendo usado solo para procesos finales mínimos o para empaquetar productos, de manera que las empresas puedan evitar las sanciones comerciales, pero los datos dicen que no: las importaciones netas de China a México han incrementado muy poco en comparación con el incremento en las exportaciones netas a EU. Esto significa que México tiene una oportunidad de oro para ganar más presencia en el mercado gringo.

Claro que no todo el beneficio de la relación bilateral viene del dinero dedicado a la infraestructura. Cuando hablamos de las relaciones entre México y EU es imposible ignorar las remesas. En 2023 alcanzaron más de 60 mil millones de dólares, lo que representa 4% del PIB mexicano. Esto, junto con el incremento en el volumen comercial, explica -al menos en parte- el optimismo de los mexicanos. El índice de confianza del consumidor mexicano está en su nivel más alto en dos décadas.

El sector privado de la construcción ha crecido 40% comparado con los niveles prepandemia, pero este crecimiento se debe, en su mayoría, al crecimiento de la inversión pública. Esto prende un foco de alarma, es decir, el boom de la construcción en México debe tomarse con cautela. El gasto gubernamental en construcción (alrededor de 7.5 mil millones de dólares prepandemia) se ha triplicado con López Obrador.

Los proyectos del filisteo que duerme en Palacio Nacional están concentrados en el sur del país, particularmente en Oaxaca, Tabasco, Campeche y Quintana Roo, que también figuran entre los estados más depauperados. Ahí está el Tren Maya, su ridícula refinería y el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, con el que pretende hacerle competencia al canal de Panamá.

La inversión en el sector residencial, empero, aún no se ha recuperado de los efectos del covid. El crecimiento por arriba del cuatro por ciento en 2022 se debe en gran parte a la reactivación de la economía, no a un crecimiento sostenido. Hay consenso sobre que en 2024 México crecerá menos que el año pasado. A esto sumemos una preocupación creciente porque el PIB crece, pero no así el PIB per cápita.

Sheinbaum tendrá que lidiar, por un lado, con retos internos: obtener ganancias de los megaproyectos de su padre político, que además de controversiales por razones ecológicas, se salieron -por mucho- del presupuesto inicial. Hereda un Pemex prácticamente en bancarrota, y un país muy aquejado por los costos económicos de la violencia y -aunque se empeñen en negarlo- de la corrupción que plaga MORENA.

Por otro lado, los retos externos: voy al terreno de la especulación, el futuro. Si Trump gana -lo cual no es inverosímil- México será el país más perjudicado en caso de que decida hacer efectivas sus amenazas de poner impuestos base a todas las importaciones. Una guerra comercial con México es menos creíble, porque para el gobierno gringo sería un disparo en el pie, pero la historia nos comprueba una y otra vez que la prudencia y el sentido común no son virtudes de los políticos.

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