Con frecuencia se continúa dividiendo el espectro político en dos, izquierda y derecha. Sin embargo, la elección presidencial de Ecuador, el pasado 12 de abril, es un buen ejemplo de que el electorado ve más allá de esa geografía política.

Guillermo Lasso, banquero y conservador, ganó las elecciones presidenciales ecuatorianas con el 52.36% de los votos. Sin embargo, es importante recordar que en la primera vuelta electoral, apenas el pasado 7 de febrero, Lasso obtuvo únicamente el 19% de los votos y pasó a la segunda vuelta por un muy estrecho margen de poco más de 30,000 votos respecto al candidato indigenista, Yaku Pérez.

Desde luego que el impopular gobierno de Lenin Moreno y el desgaste del correísmo explican en buena medida la derrota del heredero político de correa, Andrés Arauz, pero ¿cómo pudo Lasso remontar 33 puntos electorales en apenas dos meses?

Se combinaron dos factores, por un lado, Lasso supo ampliar su enfoque, moderó su discurso conservador, se acercó más a los jóvenes por medio de espacios virtuales y buscó a colectivos de mujeres, ambientalistas y a la comunidad LGBTI, un electorado del cual había estado lejano en sus dos candidaturas anteriores. Y por el otro, estos grupos progresistas y los partidos de la izquierda moderada supieron dejar atrás la geografía política tradicional para votar por la democracia. De hecho, Lasso logró obtener el apoyo de la mayoría de sus exrivales, notoriamente el de Xavier Hervas del partido Izquierda Democrática.

La victoria de Lasso puso fin a 14 años de gobierno de Alianza País, el movimiento político que llevó a Rafael Correa a la presidencia en 2006 y lo sostuvo durante una década para luego darle la victoria a Lenin Moreno. Alianza País, perdió en esta elección el voto de la izquierda moderada pues lo que estaba en juego era la democracia ecuatoriana.

Correa centralizó el poder político y monopolizó el aparato estatal, trastocó el poder judicial con la práctica de opinar y dictar sentencias desde el ejecutivo. Desde el poder persiguió a sus críticos y opositores, denostó a la sociedad civil y a los medios de comunicación y desestimó las causas que no fueran de su movimiento, incluyendo al feminismo, los derechos civiles, la protección del medio ambiente y los derechos de la comunidad LGTBI, entre otros. Su gobierno estuvo marcado por la corrupción, pero además heredó a sus país daños históricos, como una constitución híper presidencialista y un código penal contrario a todas las convenciones de la ONU sobre derechos humanos. Un gobierno con estas características, sin importar si es de izquierda o derecha, erosiona brutalmente la democracia. Ejemplos en el mundo sobran, baste voltear a Filipinas, Venezuela, Hungría, Polonia o Turquía.

La campaña de Lasso logró poner la defensa de la democracia como un argumento de unión nacional. Una visión anti-pluralista y excluyente estaba al centro del discurso correista y había polarizado al país durante los últimos catorce años. En contraposición al virulento mensaje de división, del “ellos contra nosotros”, Lasso optó por centrarse en el “todos”. Incluso en un su simbólico cierre de campaña en Guayaquil, no se ondearon banderas de su partido político sino únicamente banderas de Ecuador como símbolo de unión. Lasso ahogó el mensaje de división con el de la inclusión y la unión.

Correa y sólo Correa representaba al pueblo, en consecuencia a los ojos del correísmo no podía haber una oposición legítima. Quienes quisieran levantar la voz con una opinión diferente eran perseguidos. En respuesta al mensaje de persecución política y de señalar a los culpables de los males que aquejan al país, Lasso cerró su discurso de triunfo electoral diciendo: “ahora voy a dormir, sin ninguna lista de personas a quienes perseguir”.

La tarea que Lasso tiene por delante no será sencilla, las expectativas son enormes en un país amenazado con “pasar de la pobreza a la ruina”, según expresó el día de las elecciones Jaime Nebot, líder del Partido Social Cristiano y aliado fundamental de Lasso. El partido de Guillermo Lasso, CREO, no tendrá un gobierno de mayoría, la Asamblea estará dividida y la gobernabilidad del país dependerá de que pueda llevar a cabo un gobierno incluyente, que sume, que logre encontrar coincidencias con partidos opositores, ¿pero no es esa la esencia de la democracia? Si Lasso lo logra, habrá reanimado la vida democrática que se escapaba de las manos del Ecuador.

Ha habido a lo largo de la historia del mundo formidables ejemplos de gobiernos de izquierda y de derecha, también los ha habido nefastos de ambos lados del espectro político. Es hora de quitarnos las gafas ideológicas para entender que en ocasiones hay que votar por la democracia.

@B_Estefan

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