Hace ya casi un mes que comenzó la invasión de Rusia a Ucrania. Y ha quedado claro que la opinión pública ha tomado un lugar central en el arsenal de los medios utilizados en esta guerra.

Estamos en presencia de dos estrategias de comunicación antagónicas. Desde su ascenso al poder, Putin ha buscado construir y proyectar una imagen de fuerza y de verticalidad en el poder. Contrario a ello, Volodimir Zelenski ha recurrido a una estrategia que lo presenta cercano, como uno más de sus compatriotas. El presidente ucraniano ha mostrado un sentido agudo del manejo de la comunicación de crisis, parece omnipresente y su forma es acorde al mundo contemporáneo.

La comunicación busca mover emociones y el líder ucraniano con sus atinados mensajes, aunados al estar dispuesto a dar la vida por su país cuando bien podría evacuar, hacen que las emociones de manera natural se sumen en torno a la posición ucraniana, independientemente de que la razón y el derecho internacional le asisten.

En Ucrania, políticos de oposición y personas que estaban en desacuerdo con el proyecto político del antes comediante se dicen hoy inspirados por su mensaje y su valor. “En los años previos a la guerra no me podría haber imaginado que todas las noches escucharía los mensajes de Zelenski con un inmenso apoyo y admiración por su valentía y por la precisión de sus mensajes. Ni yo ni mi círculo cercano votamos por él hace casi 3 años.” señaló la periodista ucraniana Tatyana Ogarkova.

La influencia del mensaje del líder ucraniano ha cruzado las fronteras. Su rostro, hasta hace apenas unas semanas desconocido por la opinión pública internacional, se ha tornado familiar. Sus entrevistas en medios de comunicación occidentales se han multiplicado en los últimos días. La imagen del joven político ucraniano sin afeitar, vistiendo camiseta color verde militar, en un ambiente sobrio, dando mensajes en diversos parlamentos del mundo se repite continuamente. El presidente del país en guerra busca las palabras adecuadas y los ejemplos pertinentes para influir no solo en las decisiones de sus homólogos sino también de la opinión pública global. Sus discursos, meticulosamente armados, van a los genes de quienes lo escuchan; habló de Churchill y Shakespeare al Parlamento británico, del muro de Berlín al Bundestag, del 11 de septiembre y Pearl Harbour al Congreso estadounidense, del holocausto a la Knesset y seguramente mañana hablará al Parlamento de Francia de la revolución francesa, del arte galo o del General de Gaulle.

Las dolorosas imágenes de la guerra que circulan a través de las redes sociales, reforzadas por los mensajes del presidente Zelenski, encarnando la resistencia de su país, han amplificado el dramático mensaje de Ucrania al mundo. Nadie podrá decir en un futuro que no sabía lo que estaba sucediendo en suelo ucraniano en 2022. Además, las emociones crecen en la opinión pública y eso puede convertirse en un factor importante para las decisiones políticas. Contrario a la indiferencia y adormecimiento de la atención internacional en otras guerras como las de Yemen o Siria, hoy se escuchan voces que preguntan: ¿Cómo podemos dejar que esto esté sucediendo en Ucrania, por qué no hacemos nada?

La caótica retirada estadounidense de Afganistán, cargada de imperdonables errores, marcó la voluntad del gobierno de Joe Biden de escuchar a un electorado cansado de absurdas e ineficientes intervenciones militares de Estados Unidos alrededor del mundo. Acorde a la voluntad de sus connacionales, desde antes del inicio de la guerra, el presidente estadounidense dijo explícitamente que su país no intervendría militarmente si Rusia invadía Ucrania. Esto sin duda minó la capacidad de disuasión occidental. Como estrategia hubiera sido preferible mantener públicamente una indefinición al respecto, como la que Washington mantiene en torno a una eventual intervención militar de China en Taiwán, pero Biden quiso reafirmarle al electorado estadounidense que no habría intervención militar en Ucrania.

Hoy Occidente impone sanciones severas a Rusia (que, dicho sea de paso, históricamente han mostrado ser ineficientes para derribar gobiernos), envía armas a Ucrania, asegura propiedades de oligarcas rusos y acoge refugiados con una apertura no conocida en el pasado reciente. Pero está claro que todo esto no detendrá la guerra, como tampoco ha detenido la escalada en el tipo de técnicas militares y armamento utilizado por el ejército ruso. Ante los errores de cálculo del Kremlin que le hicieron imposible llevar a cabo una “blitzkrieg”: subestimó la resistencia ucraniana, subestimó la reacción de Occidente y sobreestimó las capacidades de artillería del ejército ruso, ahora Putin recurre a ataques contra la población civil y al uso de misiles hipersónicos.

El mundo es testigo de una guerra en tiempo real, no es la primera, pero sí la que ha recibido mayor atención. Las peticiones de ayuda por parte de ucranianos resuenan en Occidente e influyen en la opinión pública y no puede desestimarse el peso de esta en las decisiones políticas aun cuando la opción de la intervención militar directa continúe, acertadamente, descartada. Este jueves se llevará a cabo en Bruselas la Cumbre de la OTAN y los líderes de los países miembros presionados por la opinión pública tendrán que estudiar las opciones que les quedan en el estrecho margen entre lo que actualmente se hace y el involucramiento militar directo.

@B_Estefan

Google News

TEMAS RELACIONADOS