Ha sido un principio de año agitado en el mundo. En las primeras tres semanas de enero hemos visto la continuación de los estragos de la policrisis del año anterior y cada día queda más claro que estamos frente a lo que los alemanes llaman “Zeitenwende”, que podríamos traducir como “punto de inflexión”. Vivimos un cambio geopolítico mayúsculo como no se veía desde el fin de la Guerra Fría.

Los equilibrios en Europa continúan alterándose. Pensemos, por ejemplo, que contrario a lo que podría creerse, el ejército europeo más fuerte (dejando a un lado capacidades nucleares) será en poco tiempo el ejército de Polonia , país vecino de Ucrania que, al estar en línea de batalla con Rusia, ha decidido invertir enormes cantidades de recursos en defensa, comprando a Corea del Sur tanques pesados, aviones y armamento por un valor de quince mil millones de euros. Además de que ha adquirido satélites de observación para fortalecer sus capacidades de vigilancia.

La relación entre Francia y Alemania , que había gozado de años de estabilidad, se ha visto afectada por la guerra en Ucrania . A pesar de que el pasado domingo Macron y Scholz se reunieron en París, en el marco del 60 aniversario de la reconciliación franco-alemana de 1963, no se puede dejar de lado que la reunión ministerial binacional que se tenía prevista a finales del año pasado tuvo que ser pospuesta hasta ahora dada la falta de acuerdos. Existen evidentes tensiones entre París y Berlín en al menos tres frentes: defensa, energía y relación con China.

Mientras que la unión que ha mostrado el bloque europeo en el apoyo a Ucrania ha vivido momentos complejos en las semanas recientes. Baste como ejemplo la abierta presión que se ha generado desde diversas capitales europeas como Varsovia, Helsinki, Vilnius, París o incluso Londres , para que Berlín se decida a dar su visto bueno a fin de que se envíen tanques pesados Leopard 2 (de manufactura alemana) a Ucrania. Varsovia se dice dispuesta a transferir este tipo de tanques a su vecino en guerra, pero jurídicamente requiere de la autorización de la capital germana para realizarlo y esta no ha logrado encontrar un consenso en la coalición gobernante para dar su luz verde.

No solamente existe tensión entre las capitales europeas sino también en la relacion con su mayor aliado militar: Estados Unidos. Europa percibe el plan de subvenciones anunciado por la administración Biden como un plan proteccionista que amenaza su industria, por lo que podríamos esperar una respuesta comercial de Bruselas a Washington en los días por venir.

Mientras tanto, la semana pasada se llevó a cabo el Foro Económico de Davos , que durante casi tres décadas había marcado la pauta de la globalización. Pero el mundo soñado por este foro, el de la libre circulación de bienes y capitales y cadenas productivas globalmente integradas sin mayores barreras geopolíticas, se topa ahora con enormes complicaciones. No es ninguna casualidad que el tema elegido para la edición de este año haya sido: “Cooperación en un mundo fragmentado”. La realidad global ha cambiado, enfrenta una nueva etapa de relocalización de empresas, regionalización de la producción y desacoplamiento de Occidente respecto a China en tecnologías sensibles y a Rusia en energéticos. Quizás por ello, el ministro de Economía de Francia, Bruno Le Maire, subrayó en la reunión en las montañas suizas: “Hemos entrado en una nueva era de la globalización. Hemos pasado de una impulsada por el mercado a otra marcada por la política.”

En América los populismos, de izquierda y derecha, siguen teniendo importante fuerza. Brasil, la mayor economía de América Latina, deberá vencer una crisis política que atenta contra las bases mismas del sistema democrático. Bolsonaro y sus partisanos, se han encargado de desacreditar permanentemente a las organizaciones del Estado, a los medios de información y a los procesos democráticos. Está claro que la invasión simultánea por grupos de extrema derecha a los edificios de la Presidencia, el Parlamento y la Corte Suprema el pasado 8 de enero, no fue en acto espontáneo sino un evento bien orquestado con fines antidemocráticos.

En el Perú, se ha agravado la crisis desatada tras la destitución de Pedro Catillo luego de que este intentara en diciembre dar un golpe de estado. Las movilizaciones han sido enfrentadas desde el gobierno de Dina Boluarte con un implacable uso de las fuerzas de seguridad que ha causado la muerte de al menos 60 personas. Los manifestantes corean en las calles “esta democracia ya no es democracia” y no les falta razón. Desde hace años las instituciones del gobierno peruano no representan los intereses de su pueblo. Gobiernos van y vienen sin entender la importancia de escuchar a la ciudadanía y hacer una reforma política refundacional. Los partidos políticos están podridos y el Congreso no representa los intereses de la mayoría. Lo que hoy vemos en las calles peruanas es en parte consecuencia de esta crisis política endémica.

La lista de eventos a seguir en el mundo en este 2023 es enorme, la crisis migratoria , el cambio climático, el impacto de los cambios demográficos y tantos otros temas, que sería imposible resumir en este breve texto, pero hay algo muy claro, el punto de inflexión o “Zeitenwende” internacional en el cual nos encontramos obliga a los tomadores de decisiones públicas y privadas a darle un lugar privilegiado a la geopolítica en las mesas de análisis. En México, con frecuencia seguimos enfrascados en discusiones netamente locales, sin tomar en cuenta que el análisis de lo que ocurre allende nuestras fronteras es fundamental para dilucidar un rumbo claro a seguir en beneficio de México y los mexicanos. Ojalá que este momento de enormes sacudidas globales nos obligue a ver más allá de la Avenida Reforma.

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@B_Estefan 
  

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