Es oficial. Tras un proceso que duró siete semanas, Liz Truss, de 47 años de edad, fue elegida ayer como líder del Partido Conservador y a partir de hoy sucederá a Boris Johnson en Downing Street.
El día de hoy marca el fin de un gobierno británico empañado por una serie de escándalos y al que se recordará por la cristalización del Brexit, un complejo divorcio del bloque europeo del cual aún no conocemos todas sus consecuencias. Lo cierto es que en un difícil momento económico para el mundo, Londres no la está pasando nada bien. La escasez de mercancías y de mano de obra se han multiplicado mientras que las exportaciones a la Unión Europea continúan desacelerándose. El Reino Unido es, de hecho, el miembro del G7 que enfrenta la más alta tasa de inflación, actualmente rebasa el 10% y se proyecta que pueda superar el 20% a fin de año. El precio de la energía en los hogares británicos será a partir de octubre 80% más alto que el año anterior, lo cual sin duda tendrá un enorme impacto en los bolsillos de los británicos y por lo tanto en su ánimo.
La exministra de Asuntos Exteriores, Liz Truss, es especialmente conocida por su carrera política atípica y sus posiciones ideológicas muy de derecha. Nació en el seno de una familia de izquierda, cuando era estudiante participó en política con los liberales demócratas (de centro), antes de unirse a los Tories en 1996. Una vez convertida a la derecha, la defensa del libre comercio y la disminución de impuestos han sido sus principales banderas.
Truss es frecuentemente comparada con Margaret Thatcher. Primero, porque la joven líder se dio a conocer en la década pasada en el seno del Partido Conservador como coautora de un panfleto llamado “Britannia Unchained”, una especie de biblia de la ideología thatcherista. Segundo, porque ella se ha encargado de multiplicar las referencias comparativas para fortalecer la idea de que es “la sucesora de Thatcher”, incluso recreando algunas de las fotos más icónicas de la dama de hierro, como aquella en la que posó en uniforme arriba de un tanque de guerra y que fue emulada por la nueva primera ministra británica a finales del año pasado. Y tercero, porque, a pesar de la galopante inflación, durante su campaña prometió “bajar impuestos y no repartir subsidios”. Truss encarna el retorno a una forma de ortodoxia ultraliberal que había estado en un cajón durante los años recientes.
Dado el sistema parlamentario, esta no fue una elección general, sino una elección interna del Partido Conservador, dirigida a unas decenas de miles de simpatizantes de los Tories que siguen viendo al thatcherismo como gran referente político, convenía entonces a Truss la asimilación con la dama de hierro. Apenas 0.3% de la población británica fue responsable de la elección de la flamante primera ministra, la mayor parte de los votantes fueron hombres blancos, de cierta edad y muchos de ellos en situación privilegiada. Por ello, a partir de hoy el reto es mucho mayor, Truss habrá de construir un gobierno que haga frente a la complicada situación que vive su país.
Euroescéptica, Truss no tiene buenas relaciones con Bruselas ni con París. Sobre el Brexit se espera que apoye la propuesta de ley que busca eludir unilateralmente los controles aduaneros en el Mar de Irlanda o que podría suspender la aplicación del Protocolo UE-Reino Unido sobre Irlanda del Norte, lo cual generaría enorme tensión entre Londres y el bloque europeo.
El 25 de agosto pasado, durante un debate televisado, le preguntaron a la nueva líder británica si Macron era “amigo” o “enemigo” y su respuesta fue “el jurado sigue deliberando” juzgaré al presidente francés por sus acciones, no por sus palabras. A lo que Macron contestó que, si el Reino Unido y Francia no son capaces de responder esa pregunta, se podrían tener serios problemas.
Sin embargo, en cuanto a la guerra en Ucrania, no hay duda de que Truss continuará en la línea dura contra Rusia marcada durante el gobierno de Boris Johnson y con la cual concuerdan la mayor parte de los países miembros de la Unión Europea..
Los retos para la nueva primera ministra son considerables. El clima social en el Reino Unido está crispado dada la inflación que ha erosionado el poder adquisitivo, desatando desde hace meses una ola de huelgas sucesivas, como no se veían en el Reino Unido en décadas. Curiosamente, cuando Thatcher llegó al poder en 1979, fue justamente porque su país se encontraba en una crisis con elementos comparables a la actual a causa del segundo choque petrolero de 1978, la semana laboral era de tres días porque las empresas no tenían la capacidad de operar más de eso, había restricciones sobre el uso de agua caliente en los hogares, una tremenda lucha entre el estado y los sindicatos, etc. Pero el mundo ha cambiado mucho, las recetas no pueden ser las mismas y Truss y el Partido Conservador tendrán que aportar ideas innovadoras.
A pesar de su larga trayectoria en diversas carteras del gobierno, las expectativas sobre el gobierno de Liz Truss no son muy altas. De acuerdo con una encuesta reciente 52% de los británicos consideran que será una primera ministra mediocre, si durante su gobierno Truss revierte esa idea y logra que su Partido gane las elecciones generales de 2024 habrá sorprendido.
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