Por muy deportivos que sean, los Juegos Olímpicos también tienen una dimensión política y geopolítica. Baste recordar los Juegos llevados a cabo en Berlín en 1936 y la instrumentalización que hizo de ellos el gobierno de Hitler para buscar camuflajear el carácter racista y militarista del gobierno nazi; o bien los de Moscú en 1980, boicoteados por una cincuentena de países, encabezados por Estados Unidos, debido a la invasión soviética de Afganistán en 1979.
Como casi todos los aspectos de la vida a lo largo de los últimos meses, Tokio 2020 ha quedado marcado por la pandemia.
El país del sol naciente se preparó con la dedicación y orgullo que le caracterizan para la organización de la histórica competencia deportiva. A nivel de imagen internacional era una oportunidad de mostrarle al mundo que el archipiélago asiático no había desaparecido detrás de la sombra de China y que el traumatismo del accidente nuclear de Fukushima había sido superado. Pero en 2020 la pandemia por Covid-19 hizo inevitable posponer un año la realización de los juegos y puso a los japoneses ante enormes retos imprevistos, tanto sanitarios, como de comunicación internacional.
Sumido en una aguda incertidumbre por la situación global, Tokio tuvo que tomar decisiones complejas. ¿Había que mantener en pie la justa olímpica? ¿Se debía autorizar el turismo olímpico? ¿Debía haber espectadores en los estadios? Bajo presión por parte del Comité Olímpico Internacional y a fin de cuidar el prestigio de su país, las autoridades niponas decidieron no cancelar los Olímpicos.
Es temprano aún para saber si Tokio 2020 será un éxito o un fracaso tanto para Japón y su imagen ante el mundo, como para las autoridades niponas de cara a la población que teme que el evento se convierta en un foco de contagios.
En 1979, el sociólogo estadounidense Ezra Vogel publicó su icónico libro Japón como número uno). En el prólogo, Vogel escribió: “Convencido de que Japón tenía lecciones para otros países, ya no me era suficiente ver a Japón solo como un fascinante misterio intelectual, quería comprender el éxito de los japoneses al abordar cuestiones prácticas”. A 42 años de la publicación del bestseller que le dio la vuelta al mundo, Japón, un país que ha elegido un modelo cerrado a la inmigración y que a veces pareciera un tanto alejado del resto del mundo, enfrenta importantes retos para una vez más probar su éxito.
Analista internacional.
@B_Estefan