Día 69 de la guerra en Ucrania. En el terreno militar, Moscú continúa con pequeños avances en el este ucraniano, en donde se concentran la mayor parte de los efectivos militares rusos. En el sur del país la situación es más compleja; el ejército ruso tiene claras dificultades pero busca comenzar a imponer la rusificación de la población en los pocos lugares que controla, como la ciudad de Kherson. Mientras tanto, el implacable reloj continúa marcando las horas de este conflicto y tristemente sus víctimas siguen en aumento.
De acuerdo al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), más de 5.4 millones de personas han huido de Ucrania desde el inicio del conflicto bélico y de acuerdo a la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) más de 7.7 millones de personas han abandonado sus hogares aunque aún se encuentran en Ucrania.
Hay además una voz que no se había escuchado a lo largo del conflicto bélico y que en días recientes ha sido centro de reflectores mediáticos, la del Ministro de Defensa estadounidense, Austin Lloyd, quien tras visitar al presidente Zelenski en Kiev junto con el Secretario de Estado Antony Blinken, declaró que espera ver a Rusia “debilitada”, de forma que no pueda repetir en otros países lo que está haciendo en Ucrania.
En lo que pareciera una respuesta al involucramiento occidental y a la incapacidad rusa para avanzar en el terreno militar convencional, la televisión de Estado en Rusia vuelve a hablar de la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial y de ataques nucleares. “O perdemos en Ucrania o comienza la Tercera Guerra Mundial. Creo que la posibilidad de la Tercera Guerra Mundial es más realista.” dijo en la cadena Rusia 1 Margarita Simonian, directora de Russia Today. Y agregó “la idea de que todo termine en un ataque nuclear me parece el escenario más probable.” La declaración de Simonian, no está aislada, el Ministro Lavrov también ha enfatizado el riesgo de una Tercera Guerra Mundial. Rusia sabe bien que su presupuesto militar no es comparable con el de EE. UU. y menos con el de la OTAN, pero azuza el arma nuclear para buscar enviar un mensaje: “Este tema es existencial para nosotros y no para ustedes. Si continúan involucrándose estamos dispuestos a llevar esto más lejos”. Y así, cada día más, la guerra en Ucrania es presentada por las autoridades y los medios de comunicación rusos como un conflicto entre Rusia y Estados Unidos en territorio ucraniano, que podría escalar a mayores proporciones.
El pasado jueves Joe Biden solicitó al Congreso estadounidense una suma colosal de 33 mil millones de dólares adicionales “para ayudar a Ucrania a defenderse de la invasión rusa”. Ese mismo día, la Cámara de Representantes de los Estados Unidos aprobó abrumadoramente el relanzamiento de una legislación utilizada por Washington durante la Segunda Guerra Mundial, antes de involucrarse militarmente de manera directa para apoyar a los aliados en contra de la Alemania nazi. En el contexto actual, la ley aprobada permitiría a Estados Unidos suministrar rápidamente armas a Ucrania en préstamo.
Si bien el presidente estadounidense ha precisado: “nosotros no atacamos a Rusia, ayudamos a Ucrania a defenderse”, es fácil entender porque en los últimos días se ha fortalecido la idea de una lucha entre las dos potencias nucleares.
Y cuando el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, intentó disminuir la tensión a través de su visita a la región, la respuesta fue un bombardeo ruso a Kiev en el mismo momento en el cual a unas cuadras Guterres y Zelenski se estrechaban la mano. Un mensaje del Kremlin en el sentido de que la legitimidad de Rusia no proviene del orden internacional sino de sus justificaciones propias; Moscú socava el multilateralismo, porque desde su visión el orden multilateral es faccioso, fundado en la manipulación del derecho internacional. Por ello, si bien las muy necesarias negociaciones técnicas, como la evacuación de alrededor de 100 civiles ucranianos de la planta industrial de Azovstal en Mariupol que se llevó a cabo este domingo y lunes, se han logrado bajo la égida de la ONU, no es previsible que dicha institución juegue un papel importante en las grandes negociaciones para un eventual establecimiento de la paz.
Si Putin se siente acorralado tiene al menos tres caminos: congelar el conflicto como ha hecho en otras guerras a lo largo de los últimos veinte años, escalar verticalmente el conflicto a través del uso de armas no convencionales o bien escalarlo horizontalmente a través de ataques a otras regiones. Aunque ningún escenario puede descartarse, por ahora el más probable parece el primero.
El Kremlin está actuando contra dos cronómetros. El 9 de mayo Rusia conmemora la victoria en la “Gran Guerra Patriótica”, fecha que Moscú marca con la capitulación de la Alemania nazi ante la entrada del ejercito rojo a Berlín (si bien la capitulación se firmó el 8 de mayo a las 23:30 horas de Berlín, ya era 9 de mayo en Moscú). Es un día importante porque de alguna forma la propaganda rusa y el mismo Putin, justifican la acción militar en Ucrania presentándola como una suerte de continuación de la Gran Guerra Patriótica y en esa fecha Putin dará un discurso en el que querrá presentar una victoria en Ucrania.
El otro cronómetro seguirá corriendo y aumentando la presión, se trata de la creciente entrega de armas y municiones a Ucrania acompañada de los planes de la Unión Europea de imponer un boicot progresivo a los hidrocarburos rusos.
Quizás por estas presiones es que, de acuerdo a una declaración de ayer de Michael Carpenter, Embajador de Estados Unidos ante la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), Washington tiene “información confiable” de que Rusia
pretende organizar a mediados de mayo, referéndum para buscar anexar a su territorio las “repúblicas separatistas prorrusas Donetsk y Luhansk”.
Independientemente de lo que suceda en un futuro, está claro que esta guerra tiene altos costos, no solamente para Ucrania y el mundo, sino también para la misma Rusia.