Forzado, el primer ministro británico, Boris Johnson, anunció el jueves pasado que dejaba el cargo de líder del Partido Conservador, permitiendo la llegada de un nuevo jefe de Gobierno al número 10 de Downing Street. Johnson se había convertido en un maestro de la supervivencia en situaciones políticas desesperadas; pero la acumulación de tensiones esta vez terminó por explotarle en la cara luego de que el martes por la noche los secretarios de Finanzas y Salud anunciaran sus dimisiones y esto generara una cascada de renuncias de miembros de su gobierno.

Las razones esgrimidas para dicho éxodo fueron de carácter ético. Johnson difícilmente había logrado sobrevivir al “Partygate”, el escándalo provocado por las fiestas en su residencia oficial en medio del confinamiento por Covid-19. Pero recientemente se vio atrapado en el "Pinchergate", llamado así por Chris Pincher, un legislador acusado de acoso sexual ascendido a un puesto importante dentro del Partido Conservador. Algo de lo cual Boris Johnson tenía conocimiento, pero mintió.

Independientemente de ello, es claro que en el fondo existe un temor de que Boris Johnson se haya convertido en un lastre más que en un activo para su Partido, en un difícil contexto económico provocado por la pandemia y la guerra en Ucrania , sumado a los efectos del Brexit. Las recientes elecciones locales trajeron pésimos resultados para los tories y esto fue visto como una señal de alerta en el Partido.

Los conservadores ciertamente no están amenazados en el Parlamento, su mayoría es cómoda, pero su autoridad se sigue disminuyendo porque la "magia" de Bo Jo ha dejado de funcionar. El rey de los ilusionistas ha quedado desenmascarado. Aquel que prometía lo imposible: que el Reino Unido podría lograr un Brexit que le permitiera salir de la UE pero permanecer en el mercado común, que su país le daría envidia al mundo entero mientras se separaba de su principal socio comercial -la Unión Europea- que representa el 47% de su comercio exterior, que no habría control fronterizo en Irlanda del Norte aun cuando el Reino Unido saliera del bloque.

Pero cuando un líder político se convierte en mentiroso sistémico, tarde que temprano la cloaca se destapa. No solamente la falta de ética del aún Primer Ministro ha quedado de manifiesto sino que además, en el Reino Unido la inflación está en su punto más alto en 40 años y es la causa de una huelga masiva de trabajadores ferroviarios. Estos protestan desde el 21 de junio contra el congelamiento de salarios y los recortes de empleos. Además de este movimiento social histórico, ha habido muchas interrupciones en los aeropuertos británicos debido a la falta de personal. Mientras que los hogares británicos se enfrentan a una crisis de poder adquisitivo que no se había visto en décadas, con los precios de alimentos y combustible disparados por la guerra en Ucrania.

El gobierno de Johnson presentó ante el parlamento británico un proyecto de ley que modifica el régimen aduanero de Irlanda del Norte, una especie de revisión unilateral sobre su estatus, corriendo el riesgo de provocar una nueva crisis con la Unión Europea.

Michel Barnier, exjefe negociador de la UE para el Brexit, dijo que tras la futura salida de Boris Johnson esperaba que la nueva política del Reino Unido pudiera ser "más constructiva, más respetuosa de los compromisos asumidos, particularmente con respecto a la paz y la estabilidad en Irlanda del Norte, y más amigable con los socios de la UE".

¿Qué vamos a recordar de Boris Johnson? ¿Su falta de ética, su actuar banal? ¿O, más probablemente, el Brexit y sus consecuencias?

Boris Johnson no inventó el Brexit, pero su adhesión a la campaña “Leave”, para abandonar la Unión Europea, durante el referéndum de 2016, fue un apoyo de un político relevante de un partido mayoritario a una causa que hasta entonces parecía marginal. A los partidarios del Brexit como Nigel Farage no se les tomó en serio, quizás de forma equivocada, hasta que Mister Brexit, Boris Johnson, puso su peso en la balanza.

¿Podemos ya hacer un buen balance del Brexit? Sus efectos están aún en ciernes. Pero un grupo de expertos de Londres mostró el mes pasado que, ante el mismo convulso entorno internacional que los demás, la economía del Reino Unido posterior al Brexit estaba peor que si el país hubiera permanecido dentro de la UE. A finales de 2021, el PIB había caído 5%, las inversiones 13%, el comercio casi un 14%. El Brexit se quedó muy lejos de generar la explosión de crecimiento y prosperidad que prometía Bo Jo pero él nunca lo reconoció.

Hace unos días, el líder de la oposición laborista, Keir Starmer, declaró: "Seamos claros, con los laboristas, el Reino Unido no volverá a la Unión Europea, no volveremos al mercado único o la unión aduanera”. Esta declaración busca evitar despertar un debate que divide al país y muestra que el Brexit llegó para quedarse.

“It's almost over”, en español “ya casi termina”, era el encabezado del periódico británico “The Guardian” al día siguiente del anuncio de la dimisión de Boris Johnson, pero como en el caso de Trump, queda claro que su partida del poder está lejos de significar el fin del movimiento político que encabeza.

@B_Estefan  


 

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