Washington, que alguna vez fue el símbolo de la democracia, enfrenta una crisis interna profunda. Mientras que en 2020 muchos creyeron que Trump había sido un paréntesis en la normalidad democrática estadounidense, hoy está claro que no fue así. La creciente polarización social y política, la radicalización del Partido Republicano bajo el liderazgo de Trump y la predominancia de una especie de gerontocracia, con un octogenario y un cuasi octogenario compitiendo por liderar los destinos de la mayor potencia global, plantean desafíos cruciales para Estados Unidos e interrogantes sobre el futuro del orden mundial.
La semana pasada, los episodios de confusión del presidente Biden llevaron nuevamente al centro del debate público el tema de su avanzada edad. No solamente es Trump quien de forma grosera imita a Biden como un anciano que no sabe ni dónde está su oficina, sino que, de acuerdo con una reciente encuesta, el 76% de los electores se dicen preocupados por las capacidades físicas y mentales de Biden, y la prensa estadounidense multiplica los textos sobre quién podría ser un reemplazo del presidente en la candidatura del Partido Demócrata. Incluso ayer, el medio de comunicación estadounidense "Politico" publicó un artículo titulado "Los demócratas podrían necesitar un Plan B", en el cual explica los pasos que se tendrían que dar para elegir un nuevo candidato presidencial. La edad de Biden no va a disminuir, sus funciones no van a aligerarse y los incidentes de confusión se van a seguir multiplicando en los ocho meses que faltan para la elección.
En un país donde un tercio de la población tiene menos de 25 años y la mitad menos de 40, el contraste con una clase política envejecida es más evidente que nunca. Una persona de la edad de Trump (77) o Biden (81) probablemente tendría problemas para renovar su licencia de conducir u obtener un crédito bancario, sin embargo, este par se aferran a la posibilidad de buscar un segundo mandato en la Casa Blanca.
A pesar de las críticas, Biden no abandonará fácilmente el camino a la candidatura presidencial. Él fue uno de los artífices de los buenos resultados de los demócratas en las elecciones intermedias de noviembre de 2022, y eso le dio elementos para seguir en la competencia, pero además, justamente el hecho de que el candidato republicano sea Trump es uno de los elementos que complica que Biden decline. Para el presidente, es casi un tema de honor volver a enfrentarse a quien continúa diciendo que Biden no ganó las elecciones de hace cuatro años.
Hoy, el escenario de un reemplazo en la candidatura demócrata tampoco parece ser muy alentador. En las encuestas que presentan frente a Trump a otros liderazgos del Partido Demócrata como la vicepresidenta Kamala Harris, el gobernador de California, Gavin Newsom, la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, o el gobernador de Wisconsin, Tony Evers, las cosas no pintan sustancialmente mejor para los demócratas que con Biden a la cabeza.
Por irónico que parezca, Trump, apenas 4 años menor que Biden, es presentado como el candidato joven. Si bien, ciertamente, el magnate transmite mayor vitalidad, los desvaríos ligados a su edad también van en aumento, no olvidemos que ha confundido a Erdogan con Orbán y a Nikki Haley con Nancy Pelosi.
El drama es que en las primarias estadounidenses los que suelen votar son los ultraconvencidos de ambos lados; la mayor parte de los estadounidenses no participan. Y si bien no hay entusiasmo entre la población por una competencia Trump – Biden 2.0, eso no implica que, a no ser por un incidente importante de salud o un consejo en ese sentido de parte de la Primera Dama a su esposo, esto no suceda.
Algunos tenían cifradas sus esperanzas en que la Corte Suprema de los Estados Unidos declarara inelegible a Trump ante el recurso interpuesto por Colorado y Maine, que consideran que el neoyorquino no debería ser candidato tras los eventos del 6 de enero de 2021. Pero el pasado 8 de febrero, la Corte Suprema discutió por primera vez sobre este tema y todo indica que no será el poder judicial el que intervendrá para evitar que Trump llegue nuevamente a la boleta.
En su camino electoral, el magnate neoyorquino no deja de causar controversias. El fin de semana señaló en Carolina del Sur que Estados Unidos no debería defender a un país de la OTAN que no haya pagado lo que debe, e incluso dijo que animaría a Rusia a actuar según su voluntad en tales casos. La falta de cumplimiento de los compromisos financieros por parte de algunos miembros de la OTAN es un tema recurrente en la agenda política transatlántica. Sin embargo, la sugerencia de Trump de que Washington podría abandonar a sus aliados en caso de agresión rusa ha generado una ola de críticas tanto en Estados Unidos como en Europa.
Estas declaraciones llegan en un momento de creciente preocupación sobre la seguridad en el este de Europa, de una posición militar compleja para Ucrania en el frente de batalla y la incapacidad de Biden para asegurar en el Congreso la aprobación de su plan de apoyo a Kyiv. No es casualidad que Putin haya otorgado recientemente la primera entrevista a un medio occidental desde el inicio de la Guerra en Ucrania, y no a cualquier periodista, sino a Tucker Carlson, ultraconservador, complotista y trumpista. La visión expresada por Putin en la entrevista se alinea con los planteamientos del virtual candidato republicano, que en pocas palabras significarían que Ucrania dejara de luchar y entregara el territorio hoy ocupado por el ejército ruso en una negociación encabezada no por Kyiv sino por Washington y Moscú.
Por otro lado, Estados Unidos experimenta niveles récord de inmigración, lo que exacerba los temores sobre este tema entre la población y aumenta la capacidad de Trump para aprovecharlos con fines electorales. Ya parece no sorprender que el expresidente hable de cómo los migrantes “envenenan la sangre” estadounidense y promueva el “cierre de la frontera” ante la “invasión” de migrantes que “en su mayoría vienen de cárceles, hospitales psiquiátricos o bien son terroristas”. Lo que es nuevo es que en el contexto electoral, la respuesta de la administración Biden a la presión en este tema es promover la aprobación de duras medidas antiinmigrantes, con menos estridencia pero igual fondo, que hubieran sido impensables para los demócratas hace apenas algunos años.
El presidente Biden es impopular y está debilitado, su voz ya no se escucha con fuerza. Mientras que el Partido Republicano está totalmente alineado con Trump. Los liderazgos partidistas, en una visión transaccional, no se atreven a contradecir al expresidente sabiendo que cuenta con el apoyo incondicional del 30% del electorado. Este no es ya el Partido de Ronald Reagan, quien sería visto por el trumpismo como un izquierdista peligroso; este es el Partido de Trump.
Las voces razonables en la política estadounidense parecen inaudibles.
@B_Estefan