Este año marca la mitad del camino hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, adoptada por las Naciones Unidas en 2015. Específicamente para lograr en el año 2030 “el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todas las mujeres y los hombres, incluidos los jóvenes y las personas con discapacidad, así como la igualdad de remuneración por trabajo de igual valor”.
¿Qué tanto hemos avanzado en nuestro país hacia la materialización de este objetivo? Recientemente, presentamos el estudio “Trabajo decente en México 2005-2022: Análisis con perspectiva de género”, en colaboración con el Centro de Investigación de la Mujer en la Alta Dirección del IPADE y con el apoyo de Gentera, para identificar las tendencias, avances y retos en la materia que enfrenta el mercado laboral mexicano, con base en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del Inegi.
En términos generales, podemos afirmar que, aun cuando la mayoría de los indicadores apuntan a una mejora continua de las condiciones laborales en las últimas dos décadas, en algunos aspectos nos encontramos todavía muy lejos de las metas fijadas.
En particular, la capacidad del país para generar empleos se ha mantenido sin cambios importantes, aun cuando la brecha de género correspondiente haya disminuido 14%. Entre los jóvenes, la proporción de los que no estudian y no se capacitan o trabajan disminuyó en una quinta parte durante este periodo, ubicándose en 18% en 2022. Esta condición sigue afectando más a las mujeres, para quienes este indicador es casi tres veces mayor que para los hombres.
También destaca el avance en materia de informalidad. En 2012, 60% de los trabajadores en México se encontraban en esta situación y 30% de ellos trabajaba en unidades económicas no constituidas que operan con recursos indistinguibles de los propios del hogar. 10 años después, estos porcentajes han disminuido 5 y 0.5 puntos porcentuales, respectivamente. No obstante, la incidencia de la informalidad entre las mujeres se ha mantenido ligeramente por encima de la de los hombres.
Quizás uno de los aspectos más preocupantes para el trabajo decente en México es la pobreza laboral, medida a partir de la proporción de personas ocupadas que pertenecen a hogares cuyos ingresos per cápita son insuficientes para superar la línea de bienestar para el ámbito urbano determinada por Coneval. Desde 2005 esta condición, que afecta a hombres y mujeres por igual, creció a una tasa media anual de 2%, alcanzando un máximo histórico de 44% en 2022, con lo que se revirtieron los avances logrados principalmente a raíz de los incrementos al salario mínimo.
La mayor pobreza laboral viene acompañada de una tasa de jornadas laborales excesivas que se resiste a disminuir, pues 31% de los hombres y 19% de las mujeres continúan trabajando más de 48 horas a la semana, lo que además de ser indicativo de un salario inadecuado, afecta negativamente el desarrollo integral del trabajador y puede aumentar el riesgo de accidentes laborales.
Por otra parte, la participación laboral de las mujeres en igualdad de oportunidades y circunstancias ha sido insuficiente. Habría que destacar que la participación de las mujeres en puestos de alta y media dirección pasó de 28% en 2005 a un máximo histórico de casi 39% en 2022, lo que, si bien refleja una mejoría en igualdad de oportunidades respecto de los hombres, también revela que, a este ritmo de crecimiento, de poco menos de 2% anual, nos tomaría otros 14 años equilibrar la balanza.
El análisis del trabajo decente en México nos deja dos conclusiones. Por un lado, la mayoría de los indicadores revelan innegables mejoras en las condiciones laborales de nuestro país. Pero, por otro lado, estas han sido paulatinas y en ocasiones muestran fuertes retrocesos, De mantenerse el ritmo al que hemos avanzado en los últimos 18 años, no cumpliremos con las metas de los ODS en las fechas acordadas.
Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión y muchas opciones más.