El término “nueva normalidad” resulta apropiado para describir el mundo post pandémico. El nuevo coronavirus estará con nosotros un tiempo largo en el que tendremos que aprender a vivir con su presencia amenazante.
En ausencia de una vacuna o de un tratamiento eficaz y accesible para la mayoría de la población, el contagio seguirá conllevando un riesgo considerable de enfermar gravemente, incluso de morir a consecuencia de las complicaciones. La evidencia acumulada muestra que el riesgo es más alto entre las personas mayores de 65 años y aquellas que padecen otras enfermedades.
Los negocios y las empresas se están preparando para afrentar la nueva normalidad. Tendrán que hacer ajustes tanto a sus procesos internos como a la relación con sus clientes, con el fin de garantizar que la probabilidad de contagio se encuentra razonablemente baja.
Lo mismo debe pasar con las autoridades electorales. El confinamiento, la estrategia seguida para aplanar la curva de contagios, llevó a la mayoría de los países democráticos a suspender sus procesos electorales y postergar sus elecciones. La medida fue una respuesta prudente ante el riesgo de convertir las campañas electorales y las votaciones en eventos de propagación masiva del nuevo coronavirus.
Sin embargo, las elecciones no pueden seguir posponiéndose de forma indefinida. Las autoridades electorales tienen un mandato legal para organizar elecciones de forma periódica y de ello depende en buena medida la continuidad de los gobiernos democráticos.
Desde luego, las elecciones durante la nueva normalidad deben adaptarse a la amenaza que representa el nuevo coronavirus. Las autoridades electorales tendrán que hacer cambios a sus procedimientos para proteger la salud de la ciudadanía, de los funcionarios de casilla y de su personal, sin descuidar la confiabilidad y la integridad de las votaciones.
Ayer, martes 2 de junio, se llevaron a cabo en E.U. las elecciones primarias pospuestas a causa de la pandemia en Indiana, Maryland, Pennsylvania y Rhode Island, junto con otros tres estados más Washington D.C. La principal innovación consiste en promover modalidades distintas al voto presencial, para evitar que la personas tengan que ir a las casillas el día de la elección.
En 2020 las autoridades electorales de Estados Unidos están relajando los requisitos para votar por correo o de forma anticipada con el objeto de evitar colas y aglomeraciones, además de alentar la participación de adultos mayores. Las medidas están generando polémica y litigios, pues las modalidades de voto a distancia abren vías al fraude electoral. Las primarias, en todo caso, servirán de ensayo para las elecciones presidenciales a celebrarse el próximo 3 de noviembre.
En México la ley sólo permite el sufragio presencial en las elecciones que se llevan a cabo dentro del territorio nacional. La única experiencia con el voto a distancia se restringe al de los residentes en el extranjero, que ha sido hasta ahora una parte marginal de la votación total.
El INE y las autoridades electorales locales tienen aún pendiente retomar la organización de los comicios locales en Coahuila e Hidalgo, suspendidos a causa de la emergencia sanitaria a principios de abril. Luego viene el reto más importante: las elecciones de 2021, en las que se renuevan la Cámara de Diputados, 15 gubernaturas, 30 legislaturas locales y más de 1,800 ayuntamientos.
La mayor concurrencia de elecciones federal y locales se celebrará bajo el acecho del nuevo coronavirus. Sería riesgoso ensayar a gran escala nuevas modalidades de votación que no han sido probadas. El modelo mexicano de votación presencial, perfeccionado a lo largo de los años, ha demostrado su capacidad para dar certeza y generar confianza.
Pero el INE y las autoridades locales tienen el desafío de adaptarlo a la nueva realidad sanitaria. Para ello se requiere una revisión minuciosa de sus procesos, la educación de la ciudadanía y una inversión sustancial en equipo de protección personal. El tiempo apremia.
Profesor de la División de Estudios Políticos del CIDE
