La inusual conversación de Dante Delgado con La Jornada de Aguascalientes, más los audios de Alejandro Moreno, filtrados por la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, obligan a hacer algunas reflexiones.
La oposición no se ha dado cuenta de que el país se encuentra en un escenario inédito. No son los partidos, ni sus liderazgos los que están en riesgo. Lo que hoy podemos perder, -bajo la presidencia de un autócrata-, es a la nación.
Las dirigencias opositoras siguen, sin embargo, mirándose el ombligo. Siguen actuando como si la disputa por la Presidencia de la República en el 2024 fuera a ser normal. Siguen repitiendo las imposturas machistas y arrogantes del pasado, hacen creer que no necesitan de nada, ni de nadie, para ganar porque son invencibles.
Dante Delgado, dirigente nacional de Movimiento Ciudadano, hace un análisis vanguardista de lo que debe ser hoy la política. Acierta al decir que prevalece la vieja cultura priista de ejercer el poder, que López Obrador es un conservador anclado en los sesentas, un autoritario que divide a la sociedad y exige subordinación absoluta.
Dante está en lo correcto cuando asegura que ha llegado el momento de hacer política de manera diferente, que es necesario sumar nuevos liderazgos regionales, que el candidato de oposición a la Presidencia debe ser consecuencia de un proyecto de nación, pero se equivoca cuando asegura que “hay sumas que restan.”
Declara en entrevista: “Hay personas que están extraviadas en el análisis político, que no han participado en decisiones política y se imaginan que, sumando membretes, podría sumar numeralia, pero no es así en las campañas. Hay sumas que restan…”
En el actual escenario no se trataría de sumar marcas, sino voluntades para impedir la consolidación de un régimen personalista y despótico que fortalece, cada día, sus vínculos con el crimen organizado.
La derrota de Morena en el 24 no va a depender de una sola campaña, sino de una cruzada —que debió empezar desde ayer— para defender la democracia y el Estado de derecho con la participación de la oposición y los ciudadanos.
¿Ingenuo? Tal vez, pero hoy también por primera vez en la historia del país hay una ciudadanía movilizada que le está exigiendo a los partidos construir una alianza con ella para echar a Morena de Palacio Nacional e impedir que México entre a la órbita de la izquierda autoritaria encabezada por Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Sí, echar a Morena del poder, pero no solo para ocuparlo, para ostentarlo, sino para reconstruir las instituciones que un grupo de bandoleros pisotea todos los días y dejará convertidas en escombros.
Sí, el reto es tratar de reinventar el sistema, pero no a partir de egos y actitudes de exclusividad. PAN-PRI-PRD y MC deberían estar trabajando juntos con la sociedad para presentar una alternativa al electorado.
A diferencia de otro momento, no son los partidos, sino los ciudadanos, los que debemos decidir qué tipo de país queremos.
No nos “chupamos el dedo”. Los únicos beneficiados con la división de los adversarios es López Obrador, su partido político y los radicales del régimen. La disyuntiva es clara: unidad de la oposición o dictadura.
Ventilar los audios donde se escucha al dirigente del PRI, Alejandro Moreno decir: “A los periodistas no se les mata a balazos sino de hambre” es un adelanto de la guerra que viene en contra de la alianza Va Por México.
Una guerra que no tendrá cuartel y donde los líderes partidistas están obligados a poner sus renuncias en el escritorio si eso conviene en este momento al país.
La coalición PAN-PRI-PRD y MC tiene que ser pensada —desde ya— como una alianza electoral que derivaría en una coalición de gobierno. Se trata de hacer frente a una elección de Estado que será operada con recursos de la delincuencia organizada.
López Obrador viajó al Triángulo Dorado precisamente para eso. Fue a sellar la vieja amistad que tiene con el cártel de Sinaloa. En esta ocasión fue a hacerle otro guiño para que le ayude, una vez más, a consolidar su poder.
Exdiputada
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