La plaza Morelos de Toluca fue convertida el domingo pasado en un vodevil. En un teatro de sombras y figuras engañosas donde ninguno de los actores tenía voz y personalidad propias.
Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López llegaron ahí por órdenes y con autorización de López Obrador. Tenían que representar el papel de favoritos para contender por la Presidencia de la República en el 2024.
Mario Delgado, -dirigente nacional de Morena-, explicó al público que su partido seleccionaría al candidato o candidata a la Presidencia de la República a través de una encuesta. Dijo también que lo importante no era tanto la persona, como quien pueda darle continuidad a la Cuarta Transformación.
El director de la obra estuvo físicamente ausente, como parte de la estrategia escénica. En la “mañanera” del día siguiente pidió que se agregara a la lista de actores a Ricardo Monreal, Esteban Moctezuma y a Tatiana Clouthier. Todo, para hacer ver que la obra cuenta con un gran elenco.
“Al o la que gane la encuesta de Morena para ser candidato presidencial, a ese o a esa voy a apoyar sin dejar mi trabajo”. “Que no haya tapados. No voy a manifestarme por ningún aspirante de Morena a la presidencia”, anunció López Obrador.
La obra contó con efectos ópticos nunca vistos. Por ello, merece ser diseccionada. Vamos primero con el título. Se llamó “Unidad y Movilización para que siga la Transformación”.
¿Cuál unidad si Ricardo Monreal fue excluido del reparto principal? ¿Cuál unidad si Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard apenas y se dirigen la palabra? ¿Cuál unidad y reglas claras cuando el secretario de Gobernación -en un acto anticipado de campaña- puso a circular por las calles de Toluca su fotografía con el lema #AdánVa con López Obrador levantándole la mano?
Pero la parte magistral de la obra tiene que ver con las encuestas y la promesa de que no habrá tapados. Todos los actores y actrices del elenco tienen muy claro que la única encuesta válida será la del director. Encuesta donde la metodología y los resultados los decide el presidente, para que las cosas salgan como él quiere.
Ricardo Monreal sabe cómo se las gasta el dueño de su partido. Lo acaba de recordar en una entrevista con Milenio TV: “Para mí las encuestas de Morena son manipulables o susceptibles de manipulación. No tienen transparencia, un método, un universo, una metodología”.
¿Quién no recuerda los “pucheros”, reclamos y chantajes de Sheinbaum a López Obrador cuando varias encuestas privadas la descartaron para ser candidata a la Jefatura de Gobierno? ¿Quién no recuerda que ella es hija de la imposición del mayor fabricante de encuestas y consultas populares en el país?
Pero los tres favoritos también saben dos cosas: Que, en el caso específico de la Presidencia de la República, AMLO no está dispuesto a promover la candidatura de un perdedor o perdedora. Y algo más: tampoco la de un traidor o traidora.
Por eso, los tres hacen de ventrílocuos. Bajo las reglas del director los actores tienen prohibido tener ideas y voz propia. El premio se lo llevará quien mejor sepa repetir las frases, los dichos y las sentencias mañaneras.
La parte más difícil está en calcular el tamaño de la lealtad. ¿Cuál de los tres podría ser la marioneta más confiable para hacer posible un maximato?
Esa es la tribulación más grave que aqueja al presidente. Tan no la resuelve que agrega nombres y más nombres a lista de actores.
Todo puede ocurrir en ese teatro de sombras, incluso que se abra el telón y salga al escenario un inesperado. Un gobernador que haya entregado la plaza y milite en otro partido. Uno que tenga nombre de prócer. El director de la obra es un maestro del engaño.