La votación del PAN-PRI-PRD y MC en contra de la reforma eléctrica representa un cisma en el gobierno despótico de López Obrador.

El fracaso de la consulta de revocación de mandato sumado a la derrota de la reforma constitucional más importante del sexenio coloca al presidente y a su gobierno en un escenario totalmente distinto al de 2018.

Estamos ahora ante un populista de “papel” que ha perdido el piso social que, en apariencia, lo sostenía. Después de que 80 millones de mexicanos decidieron dejar las urnas vacías el pasado 10 de abril para no avalar una consulta fraudulenta, la legitimidad de López Obrador ha quedado severamente cuestionada.

Como tampoco cuenta con los votos necesarios en el Congreso para hacer pasar reformas constitucionales, nos encontramos ante un mandatario que ya podría irse a su casa o mejor dicho a su rancho “La Chingada”. Bajo un régimen parlamentario estaría haciendo maletas para que llegara un gobernante con verdadera representatividad.

El voto en contra de la reforma eléctrica es lo mejor que le ha sucedido a México en mucho tiempo.

¿Qué representa?

Representa una conquista histórica de la oposición frente al gobierno de un autócrata. Significa que la alianza Va Por México (PAN-PRI-PRD), creada para impedir que el Congreso siguiera bajo el secuestro de Morena, logra convertirse hoy junto con MC en un bastión de resistencia, de defensa de la democracia y el equilibrio de poderes.

Significa que Morena va a llegar a las elecciones de este año con dos derrotas a cuestas: la que recibió cuando solo 15 millones de acarreados votaron por la permanencia del presidente y la que acaba de propinarle la oposición al tirar la reforma eléctrica.

Significa que, —después del fracaso de la consulta de revocación de mandato—, la oposición ya le perdió el miedo al mesías. Que cuando las amenazas, chantajes y amenazas judiciales vienen de un presidente débil, —como es hoy López Obrador— éstos ya no tienen efecto.

Significa que el verdadero traidor a México está en Palacio Nacional. Que en los anales de la historia quedará el registro de un político obsesionado con una reforma nefasta que, —como confesó el “brillante” diputado Fernández Noroña— pretendía llevar a México a un régimen de estado similar al de Venezuela, Cuba y Bolivia.

La sesión en que se discutió la reforma eléctrica fue inédita en muchos sentidos. Los diputados del PAN-PRI-PRD y MC estuvieron como nunca auditados por la ciudadanía a través de las redes sociales. Vigilaban que los legisladores no fueran cooptados. Sabían que, más allá de partidos, el México libre debatía contra el México autoritario.

Así que la derrota de la reforma eléctrica envió un mensaje muy claro: la oposición en alianza con la ciudadanía votaron por la muerte del déspota y el despotismo. Por poner punto final a un gobierno arbitrario e ineficaz, propagador de miseria y corrupción moral, de persecución, odio y venganza.

¿Qué sigue? La reforma electoral tampoco debe pasar. La oposición está obligada a dar, de una vez por todas, el “tiro de gracia” a un régimen enemigo de México y de los mexicanos.

Directora de la revista Siempre! Exdiputada @PagesBeatriz

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