Durante su visita a Washington AMLO rindió homenaje a Martin Luther King y a Franklin Delano Roosevelt.
Dijo admirar al primero por su lucha a favor de los derechos civiles y al segundo lo calificó como el mejor presidente que ha tenido Estados Unidos.
López Obrador se identifica con dos líderes prominentes de la historia mundial a los que traiciona todos los días. No es leal al pensamiento de King y tampoco al ideario político de Roosevelt.
¿Qué quiere copiar al expresidente norteamericano? ¿Acaso su habilidad para reelegirse y mantenerse en el cargo durante cuatro mandatos?
Roosevelt, - a diferencia de López Obrador-, se dedicó a promover la unidad y la reconciliación para salvar a su país de una depresión asfixiante. Promovió la inversión pública y privada, convirtió a Estados Unidos en símbolo de progreso y libertad, fue uno de los más importantes arquitectos del mundo de la posguerra y lo más relevante: salvaguardó las instituciones democráticas.
Roosevelt construyó el “New Deal” o “Nuevo Trato” para colocar a su país en la pista del crecimiento y lo hizo a partir de la unidad nacional y la tolerancia. Puso a todos en sintonía, incluyó lo mismo a empresarios que a agricultores, obreros y ciudadanos para alcanzar el mismo objetivo: convertir a Estados Unidos en una gran potencia y lo logró.
Ese presidente que sufrió polio y terminó sus días en una silla de ruedas dedicó su famoso programa nocturno de radio para dar consejos, sembrar ánimo y esperanza en el pueblo norteamericano. Inyectaba valor a los ciudadanos abrumados con la Gran Depresión con la frase: “Sólo hay que tener miedo al miedo”.
¿Encuentra usted, lector, algún parecido entre Franklyn Delano Roosevelt y Andrés Manuel López Obrador?
La comparación sirve para subrayar los contrastes. Allá un demócrata, un constructor de futuro y de la reconciliación nacional. Aquí, un autócrata con la mirada y la obsesión puesta en el pasado, resentido y vengativo, dedicado a destruir la democracia y a dividir a los mexicanos.
Pero también dice aventar incienso a Martin Luther King. El pastor evangélico combatió el racismo sin inculcar odio por los blancos. Defendió los derechos civiles de los afroamericanos sin proponer la destrucción del gobierno y las instituciones. King nunca insultó o humilló a sus enemigos, aún y cuando lo encarcelaron e intentaron asesinarlo en varias ocasiones. Jamás utilizó el micrófono para calificar a los racistas de “hipócritas” o de ser una “minoría rapaz”.
López Obrador está lejos de ser un Mandela o un Gandhi. Quisiera serlo, pero no puede. El resentimiento opera siempre en su contra. No tiene la calidad humana, moral e intelectual para serlo. Por más que quiera no le viene el calzón de Mahatma, no le queda el “Tengo un sueño” de King y carece del encanto de Roosevelt.
López es la negación de los grandes y él lo sabe.