El secretario de Gobernación, Adán Augusto López, informó a los priistas que ya tienen nuevo dirigente. Reveló que desde hace varios meses ellos mismo se acercaron a Morena para entregar su voto a favor de la reforma que militariza la seguridad pública y mantendrá a las Fuerzas Armadas en las calles hasta el 2028.
También hizo saber que hay un acuerdo político con diputados y senadores priistas para garantizar la gobernabilidad hasta 2024 y que eso incluye aprobar la reforma electoral del presidente.
Es decir, Adán Augusto López es ahora el vocero del PRI y Andrés Manuel López Obrador su nuevo dirigente. Los priistas no se han dado cuenta que su partido fue expropiado y que el destino de su partido está en manos del gobierno.
Aunque Alejandro Moreno presume tener el control absoluto a través del Consejo Político Nacional, los comités directivos estatales y gran parte de los diputados y senadores, lo cierto es que las decisiones se toman en otra parte. La presidencia del Comité Ejecutivo nacional del PRI ya no radica en Insurgentes Norte 59, sino en Palacio Nacional.
“Alito” pasará a la historia por haber aceptado cavar la tumba de su partido a cambio de no ir a la cárcel. Es el político de la triple traición: traicionó la Alianza Va Por México, traicionó a su partido y traicionó al país.
El partido que como gobierno construyó las instituciones democráticas más importantes del país perdió su identidad y autonomía al convertirse en apéndice de un régimen que busca implantar en México una dictadura y tal vez una dictadura militar.
Ni siquiera se trata de una coalición de gobierno o de una alianza pública. Es un pacto construido en la oscuridad, a espaldas de la militancia y de los electores que votaron en 2021 de buena fe para impedir que Morena y su partido tuvieran el control mayoritario de la Cámara de Diputados.
Ese PRI que recibió de los electores un voto de confianza para blindar la democracia, garantizar la división de poderes y el respeto a la Constitución, toma ahora la decisión de ser el “Caballo de Troya” para aprobar junto con Morena una serie de reformas constitucionales que permitan al tirano consolidar sus planes totalitarios.
Los priistas deben tomar conciencia de que su partido ya no existe, ya no les pertenece, y que Alejandro Moreno es un “dirigente de papel” que ya no decide sin la anuencia de López Obrador.
¿Qué valor, entonces, puede tener la pasarela de presidenciables en el PRI cuando ahí ya no se deciden las cosas importantes? ¿Quién va palomear la propuesta a la Presidencia de la Republica? ¿Un consejo calificador de priistas o al final del día, Andrés Manuel López Obrador, el verdadero y único dirigente de ese partido.
La pregunta va en serio. Si hoy Alejandro Moreno está dedicado —como lo reveló el Secretario de Gobernación— a acomodarle las cosas al presidente para que termine bien su sexenio y pueda consolidar su proyecto político populista, seguramente se elegirá a una candidata o candidato que ayude a Morena a ganar el 24.
Una recomendación a los hoy aspirantes del PRI a la Presidencia de la República: Lo primero que tienen que hacer es cambiar de dirigente. De otra forma los va a traicionar para imponer al que le convenga a López Obrador.
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