La organización política “No Labels” (Sin Etiquetas) fundada en 2010 en Estados Unidos tiene como misión declarada apoyar el centrismo y fomentar el diálogo bipartidista y se autoproclama como un movimiento de base, apartidista, de “más de 1 millón de estadounidenses” que están “cansados de los extremos de izquierda y derecha”. Actualmente está copresidida por el ex senador Demócrata y compañero de fórmula de Al Gore en 2000, Joe Lieberman, y Larry Hogan, el ex gobernador Republicano moderado de Maryland. Ante la creciente polarización política, ideológica y social en EE.UU, el fenómeno del descrédito generalizado de las estructuras partidistas tradicionales en ese país (y en otras partes del mundo) y una correa de transmisión rota entre ciudadanos y partidos políticos en general que abona a una especie de coalición de los desconfiados, una propuesta como la de No Labels parecería suficientemente inocua, constructiva, propositiva, atractiva y relevante. Pero todo no es lo que parece, y su impacto en la contienda presidencial estadounidense del próximo año está generando honda preocupación.
Si bien No Labels argumenta que los dos partidos, el Demócrata y el Republicano, están anquilosados y crecientemente escorados a los extremos, la realidad es que la organización nace en su momento como un intento de sectores Republicanos sobre todo vinculados con cúpulas empresariales y algunos magnates conservadores para presentar alternativas político-electorales y programáticas a la agenda de Barack Obama, particularmente en temas fiscales y de gasto público. Por ello el anuncio a principios de año en el sentido de que No Labels está considerando fondear e impulsar una tercera candidatura presidencial independiente en caso de que se repliquen las nominaciones de Trump y Biden en sus respectivos partidos genera mucha inquietud dado lo dividido y polarizado que estuvo el electorado en 2020, y lo dividido y tribalizado que sigue estando hoy. La organización afirma temer que “ambos partidos políticos están por nominar candidatos presidenciales divisivos que la mayoría del país considere inaceptables”. Y si bien en una encuesta reciente de la cadena NBC entre votantes registrados el 31 por ciento afirmó que prefería que ni Biden ni Trump estuviesen en la boleta, No Labels incurre en una falsa equivalencia flagrante al presentar al actual presidente en la misma categoría de “inaceptable” que un hombre que trató de socavar el resultado de una elección presidencial mediante una intentona de golpe de Estado.
Sin siquiera pestañar ante este argumento, No Labels ha estado preparándose para reunir firmas de peticiones para incluir su candidatura (sin definir quién sería el candidato) en la boleta electoral en los cincuenta estados. Hasta ahora, el grupo (que aún así sostiene que es una organización social sin fines de lucro y no un partido político) ya está en la boleta electoral en Oregón, Alaska, Colorado y Arizona. Este verano, No Labels tiene como objetivo agregar Carolina del Norte, Nevada y Florida a su lista. El senador Demócrata conservador de Virginia del Oeste, Joe Manchin, quien durante los primeros dos años de gestión de Biden frustró buena parte de la agenda legislativa del presidente, es recurrentemente mencionado como potencial candidato.
A lo largo de la historia política del país, los votantes estadounidenses han coqueteado con candidatos independientes o de terceros partidos, pero rara vez votaron por ellos en cantidades significativas. El caso más exitoso fue el Bull Moose Party de Teddy Roosevelt, que obtuvo el veintisiete por ciento de los votos en 1912; pero al igual que la candidatura de Ross Perot en 1992, dividió el voto Republicano, dándole la victoria a Woodrow Wilson y a Bill Clinton, respectivamente. Y que paradójico resulta que Lieberman, copresidente de No Labels, perdió con Gore la elección de 2000 cortesía de los votos que la candidatura independiente de Ralph Nader restó al Partido Demócrata en Florida. Si bien No Labels sostiene que esta vez será diferente, basado, afirma, en sus propias proyecciones del Colegio Electoral, sus votantes objetivo y sus propias encuestas, su potencial candidatura presidencial en 2024 no tendría que ser especialmente exitosa para estropear una victoria Demócrata.
Primero, No Labels dice que una pluralidad de estadounidenses se identifica como independiente. En realidad, es del nueve por ciento cuando se toma en cuenta hacia cuál partido se inclinan. Esa no es una base que pueda ganar una elección presidencial, pero sí puede descarrilar a alguien más. Veamos los datos de Gallup sobre la identificación del partido. Aunque alrededor de 2 de cada 5 estadounidenses dijeron que eran independientes en 2022, resulta que aproximadamente 4 de cada 5 de esos autoidentificados como independientes en realidad se inclinaron ya sea por Demócratas o Republicanos. Como resultado, solo alrededor de uno de cada diez estadounidenses se identificaron como verdaderamente independientes, una cifra replicada en otras encuestas. Pero un candidato de un tercer partido cambia drásticamente la ecuación. Una encuesta de abril encontró que entre los votantes que desaprueban ambas gestiones presidenciales, Biden supera a Trump por la friolera de 39 puntos. Darle a votantes independientes la opción de una tercera candidatura claramente ayuda al GOP. Si ésta le restase incluso una pequeña parte del voto anti-Trump a Biden en 2024, es probable que Trump regrese al poder. Segundo, camino al 2024, Biden es más vulnerable en estados bisagra: en 2020, Biden ganó seis de los siete estados donde el margen de victoria fue de tres puntos o menos. Incluso el magro desempeño de un hipotético tercer candidato entonces hubiera puesto en riesgo 79 votos electorales de Biden en Georgia, Arizona, Wisconsin, Pensilvania, Nevada y Michigan, todos ellos, con excepción de Nevada, los estados que determinarán el resultado en el Colegio Electoral en 2024. Tercero, No Labels está apuntándole a los estados azules: proyectan ganar dos terceras partes de sus votos electorales en los estados que precisamente ganó Biden en 2020. Cuarto, en los cinco estados bisagra clave en 2020, los estrechos márgenes de Biden provinieron de un voto masivo anti-Trump. En todos ellos, al menos uno de cada tres votantes de Biden dijo que su voto fue ante todo un voto contra Trump; en Wisconsin, ese número fue del 38 por ciento; en Arizona fue del 45 por ciento. Incluso una pequeña caída del voto anti-Trump del 2020 pondría al presidente Biden en una posición precaria en 2024, sin margen de error. Apenas 44 mil votos de más de 10 millones emitidos en Arizona, Georgia y Wisconsin -menos de la mitad del 1 por ciento- fueron la diferencia entre la presidencia de Biden y un empate en el Colegio Electoral que hubiera enviado la decisión de la elección a la Cámara de Representantes. Si un candidato independiente hubiese ganado solo el 3 por ciento del voto popular en 2020, Trump probablemente estaría sentado hoy en la Oficina Oval. Y quinto, No Labels estaría alternativamente ayudando a elegir un clon de Trump: incluso si el candidato Republicano no es él, es casi seguro que será uno alineado con el movimiento que Trump descorchó y azuzó. Es absurdo siquiera imaginar que un candidato Republicano moderado pudiese ganar la primaria del GOP.
No Labels afirma que no nominará a un candidato si su fórmula no tiene posibilidades de ganar. Pero no ha explicado sus criterios para tomar esa decisión ni tampoco ha explicado su hoja de ruta, ya que el candidato Republicano probablemente no se conocerá hasta junio, mucho después de que la fórmula de No Labels sea nominada en una convención ya programada para el 14 y 15 de abril de 2024 en Dallas. Mientras tanto, el grupo está enviando a cuatrocientas personas por todo el país para recolectar firmas de votos, montando una operación de recolección de datos de votantes y está camino a recaudar setenta millones de dólares, la cantidad que dice que necesita para competir. No Labels está desperdiciando tiempo, energía y dinero en un esfuerzo preocupante, extraño, opaco (porque se niega a divulgar quiénes lo están financiando), que confunde y divide al electorado, quijotesco porque no tendrá éxito y que tiene como resultado obvio un solo escenario: reelegir a Donald Trump -dada la altísima probabilidad de que éste se alzará, a menos de que la justicia lo alcance y descarrile, con la nominación del GOP- como presidente. Por ello no tengo la menor duda en afirmar que este esfuerzo, más que uno sin etiquetas, es más bien uno sin escrúpulos.
Consultor internacional; diplomático de carrera durante 23 años y embajador de México