Arturo Sarukhán

Un choque de rinocerontes

18/03/2020 |01:05
Redacción El Universal
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La palabra némesis frecuentemente se utiliza mal. En automático tendemos a pensar que significa un enemigo poderoso, nefasto, pero finalmente derrotable: Drácula, Moriarty, Sauron, Vader, Voldemort. Pero en la mitología griega, Némesis no era un villano: era la implacable diosa de la justicia retributiva que le propina a arrogantes, insolentes y malvados lo que se merecen. No pretendo sugerir aquí que el COVID-19 representa forma alguna de justicia, divina o de otra índole. Sin embargo, políticamente, es difícil no concebir esta pandemia como resultado de prejuicios y la megalomanía, ignorancia, mendacidad, demagogia o ineficiencia catastrófica de diversos mandatarios y gobiernos alrededor del mundo. De hecho, tanto Camus como Mann reflejan en sus obras la convicción de que un brote virulento es síntoma de disfuncionalidad política y social. Hoy con el nuevo coronavirus, Némesis se venga de la arrogancia -o Hibris- de aquellos que no entienden que no entienden, o que no saben que no saben.

En el análisis prospectivo, el concepto de ‘rinoceronte gris’ -pariente de la metáfora del ‘elefante en la habitación’- simboliza amenazas o retos muy obvios, altamente probables, pero aún desatendidos, en contraposición a los riesgos imprevisibles o improbables que encarna el más familiar ‘cisne negro’. El coronavirus que propaga enfermedad y miedo en todo el mundo ha provocado referencias al cisne negro en medios y mercados financieros. Pero hoy, al hacer prospectiva sobre megatendencias globales, hay que olvidarse de aquellos por un momento. Porque son dos rinocerontes grises los que nos están arrollando: el coronavirus y el cambio climático. Con ambos, el primero coyuntural y el segundo estructural, las advertencias han estado a la vista para quienes prestan atención.Los rinocerontes grises no son sorpresas aleatorias ni externalidades y no responden a las cuentas de Twitter de mandatarios y sus sicofantes. Son riesgos que rara vez se presentan de forma aislada u operan en el vacío, y se materializan después de una serie de advertencias y evidencia patentes.

El estallido de la burbuja inmobiliaria en 2008, el aumento devastador de desastres naturales, las nuevas tecnologías digitales que trastocaron medios y a la política y geopolítica, el colapso de la Unión Soviética -en todos se dieron con antelación sobradas señales y evidencia de la disrupción que se generaría. ¿Por qué persisten mandatarios y tomadores de decisión en no abordar y confrontar peligros patentes antes de que éstos se salgan de control? En parte por que con excepción de los bebés, todo mundo detesta el cambio. Y cambiar preconcepciones, paradigmas o hábitos en gobiernos o burocracias es una labor titánica. Mucho depende de la estructura de toma de decisiones. Pero también hay razones sicológicas, incentivos perversos en el sistema, prejuicios humanos. Estamos programados para prestar más atención a la información que nos gusta y que se amolda a nuestras visiones y a la de grupos que nos rodean que a datos que nos desagradan; grupos que son muy homogéneos tienen menos probabilidades de entablar un debate constructivo y crítico. Y luego hay grandes problemas estructurales que pueden diferir de un país a otro. En muchos existe el reflejo condicionado a tomar decisiones de corto plazo y jugar al bote pateado en lugar de reconocer, encarar y contrarrestar estratégicamente amenazas inminentes de alto impacto que estos rinocerontes grises encarnan. De hecho, la mayoría de los llamados cisnes negros eventualmente emergen porque tomadores de decisiones -y la gente en general- deciden desdeñar a los rinocerontes grises o están mal preparados para confrontarlos.

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Es lógico que el ciudadano de a pie no tenga la visión por encima del horizonte como para atisbar cisnes negros y que incluso ignore rinocerontes grises, como ha ocurrido hasta hace pocos días con el comportamiento social en Estados Unidos y México ante la propagación y amenaza del coronavirus. Pero gobiernos y expertos de todo el mundo deberían haberlo visto venir porque las pandemias -en muchos casos exacerbadas por el cambio climático- no son nuevas y es probable que se vuelvan más comunes. A un grupo de rinocerontes se le denomina, quizás de manera apropiada y ominosa, un choque. Y es en momentos de choque como éste que la diferencia entre gobiernos competentes e incompetentes alrededor del mundo pesará, y mucho.

Consultor internacional