Que lo viejo está pereciendo y lo nuevo aún lucha por nacer captura nítidamente este momento de crecientes dislocaciones políticas, económicas, sociales, ideológicas e institucionales que se están dando alrededor del mundo. Estamos ante una era de grandes transformaciones: la hiperglobalización, el capitalismo transnacional, las secuelas del 11 de septiembre de 2001 que seguimos viviendo, la crisis financiera mundial de 2008, potencias retadoras del estatus quo en las relaciones internacionales y el peso de economías emergentes, los vacíos creados en el sistema internacional basado en reglas a raíz de la crisis de política exterior estadounidense cortesía de Donald Trump. Todo ello apunta a una creciente difusión de poder y realineamiento de las potencias tradicionales de occidente hacia nuevos polos económico-comerciales y -eventualmente- geopolíticos. Estas tendencias han remodelado el terreno de juego y los parámetros de relaciones sociales, económicas y políticas, tanto a nivel nacional como global, ejerciendo presión sobre el sistema internacional prevalenciente en términos de oportunidades y limitaciones. Ante esta fluidez y volatilidad, también surge la necesidad de reconceptualizar el andamiaje internacional cambiante, especialmente con respecto a uno de los factores centrales de poder de las relaciones internacionales: la hegemonía. Seremos testigo de una nueva era de hegemonía interdependiente, en la que tanto el 'Primer mundo' contemporáneo como el 'Segundo mundo' emergente se entreveran en un proceso constante de configuración y remodelación en el cual convergen interés nacional, orientación regional, agendas económica y política comunes, alianzas políticas y conflictos potenciales. Ello obliga a una discusión sobre la economía política del orden internacional en ciernes.
Hoy ya hay facetas del poder que se están reacomodando. En términos económicos, el G7 de naciones prósperas (Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá) podría acabar superado por un bloque E7 de economías emergentes para 2050 (China, India, EU, Indonesia, Brasil, Rusia y México), abriendo nuevos y grandes desafíos para una franja amplia de empresas y trabajadores en economías de occidente. Un nuevo informe de PricewaterhouseCoopers postula que el tamaño colectivo de las economías de más rápido crecimiento habrá superado al actual G7 hasta en un 75% para mediados de siglo, ya sea que se mida en términos de dólares al tipo de cambio del mercado o en términos de Paridad de Poder Adquisitivo, o PPA. En contraste, el E7 en este momento representa sólo alrededor del 25% del tamaño del G7 al tipo de cambio del mercado y cerca del 65% de su tamaño en términos de PPA. Se espera que China supere a EU como la economía más grande por ahí del 2025 en estas proyecciones, mientras que se estima que India tiene el potencial de alcanzarlo para 2050. Sin embargo, es probable que haya cambios notables en las tasas de crecimiento relativo dentro del E7, impulsadas por tendencias demográficas divergentes. En particular, se prevé que tanto China como Rusia experimenten disminuciones significativas en sus poblaciones en edad laboral entre 2005 y 2050. Esto contrasta con países relativamente más jóvenes como India, Indonesia, Brasil y México, cuyas poblaciones en edad laboral deberían, en promedio, mostrar un crecimiento positivo durante este período, aunque estos también habrán comenzado a ver los efectos del envejecimiento a mediados de siglo. Las proyecciones del estudio también sugieren que para 2050, la economía brasileña podría ser más grande que la economía japonesa y las economías rusa, mexicana e indonesia más grandes que las economías alemana, francesa o británica.
Pero en este potencial reacomodo, las interconexiones de la economía global jugarán un papel central. Que la globalización se está deshilachando no está a discusión. La era de oro de la globalización, de 1990 a 2010, está llegando a su fin, y las fuerzas de liberalización que apuntalaron varias décadas de comercio global y transnacional están trastabillando. El malhumor social en torno a los efectos -reales o percibidos- de la globalización es en este momento tan o más responsable que los efectos de las guerras comerciales peligrosa e irresponsablemente detonadas por Trump. Las causas de este colapso son familiares. La subcontratación en economías occidentales aceleró el declive del empleo manufacturero y, por lo tanto, muchas de las comunidades que confiaron en él. El movimiento transfronterizo de personas, tanto legal como no autorizado, provocó una reacción xenófoba y populista, alimentada a su vez por la creciente desigualdad. El contrato social que la gente pensaba tenía con partidos políticos, gobiernos, instituciones y potencialmente entre sí se está desintegrando. Y la creciente automatización industrial garantiza que no habrá un renacimiento de empleos de cuello azul en occidente. Los flujos de inversión directa en el extranjero han caído a niveles no vistos desde la crisis financiera mundial de 2008, y las restricciones comerciales están aumentando. Las empresas multinacionales genuinas, es decir, aquellas que obtienen al menos una cuarta parte de sus ingresos en el extranjero, son menos numerosas y rentables que antes. En paralelo, la actividad transfronteriza en otras áreas, por ejemplo en servicios, industrias creativas y del conocimiento o flujos de datos, continúa expandiéndose, lo que sugiere que bien podrían desarrollarse nuevas formas de integración transfronteriza incluso cuando las tradicionales disminuyan.
Todo esto podría provocar un colapso del sistema internacional -económico y luego geopolítico- tal y como sucedió al final de un período anterior de expansión de la globalización a principios del siglo XX. La globalización hizo del mundo un mejor lugar, pero se realizó demasiado poco para mitigar sus costos. Por ello, muchos políticos vienen ahora, como Marco Antonio en el “Julio César” de Shakespeare, no a alabar la era pasajera de la "hiperglobalización", sino a enterrarla. Qué efectos económicos y geopolíticos tendrá ello en este proceso de corrimiento de un G7 hacia un E7 emergente es hoy aún una gran interrogante.
Consultor internacional